La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Los riesgos de la Feria de 2025
En el fragor de la batalla para gobernar en España, ha pasado casi desapercibida la amplia mayoría que ha conseguido la Comisión Europea. Son esos señores y señoras a los que aquí llaman Bruselas. Los mismos a los que la Junta de Andalucía anterior pedía dinero para tranvías que todavía no funcionan; o para el AVE transversal Sevilla-Granada, que abandonaron sin terminarlo. Esa Bruselas a la que los ayuntamientos piden dinero para embellecer sus ciudades y que presuman sus alcaldes y alcaldesas. Pues bien, el gobierno europeo ha sido aprobado con 461 votos a favor y 157 en contra. La nueva Comisión está presidida por la alemana Ursula von der Leyen, perteneciente a la CDU de Merkel; es decir, a los populares europeos. Y un pilar esencial, como responsable de la política exterior común, es Josep Borrell, un socialista español, que ya se ha ido del Gobierno de Pedro Sánchez; y empieza a despotricar del pacto con ERC.
En Europa se ha formado una gran coalición entre conservadores, socialistas y liberales. En Europa, donde también existen los populismos de extrema derecha y extrema izquierda, se han puesto de acuerdo los partidos equivalentes al PP, el PSOE y Ciudadanos en España. Por el contrario, se han quedado fuera de ese gobierno los colegas de Vox y de Podemos. Cuando dice Pedro Sánchez que el PP y Cs deben poner la barrera a Vox, se olvida de que él se la levanta a Podemos y a los independentistas.
La Unión Europea viene del Mercado Común, que se creó tras la Segunda Guerra Mundial. Es Adenauer y es Brandt. Esa Europa fue gestada por las tres ideologías democráticas: los demócratas cristianos, los socialdemócratas y los liberales. Una derecha, una izquierda y un centro moderados. Ajenos al fascismo y el comunismo, que se han disfrazado de corderitos para amoldar sus discursos a las circunstancias.
En Europa los radicalismos y los populismos todavía no alcanzan la mayoría. Sin embargo, contaminan a los grandes partidos en España. Se nota cuando Pedro Sánchez quiere ser más podemita que Podemos; o cuando Pablo Casado no denuncia los errores de Vox en la violencia machista, ni su inhumanidad ante la emigración, que es antidemocrática y anticristiana.
Tener las ideas claras es lo primero. Y no venderlas al mejor postor es lo segundo. Frankenstein no ha llegado a Bruselas, pero está paseándose por los alrededores del palacio de la Moncloa. El sueño de la ambición también produce monstruos.
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