Fátima y Los Pajaritos

Sevilla tiene los tres barrios más degradados de España, una lacra que está ya en el ADN de la ciudad

28 de octubre 2018 - 02:32

El otro día murió una mujer cosida a puñaladas en Los Pajaritos. Se llamaba Fátima, pero dentro de poco ni nos acordaremos de su nombre: una más en la estadística de las varias decenas que cada año son asesinadas por sus parejas en lo que ahora se denomina, con absoluta propiedad, violencia machista y hace no tanto se conocía en las crónicas de sucesos como crímenes pasionales. Pero no pierdan de vista un dato: sucedió en Los Pajaritos, no en otro sitio. Y ese lugar figura en las estadísticas como uno de los barrios socialmente más degradados de España. Está en Sevilla y en línea recta no muy lejos de La Palmera o de la Plaza de Cuba, aunque a años luz en cualquier dimensión que no sea la puramente geográfica. Sevilla tiene desde hace mucho tiempo el triste récord de soportar los tres barrios más pobres de España con las consecuencias sociales que ello inevitablemente acarrea: la renta media ni llega al salario mínimo y el paro dobla sobradamente los ya abultados índices que tiene una provincia como la nuestra. Los barrios en cuestión son, por este orden, Los Pajaritos-Amate, Polígono Sur y Torreblanca. Si miramos hacia allí, hablar de tercer mundo en la ciudad que aspira a convertirse en uno de los destinos de lujo del sur de Europa no es ninguna exageración.

Sería de iluso pensar que esta trágica estadística -trágica porque allí la violencia de todo tipo, no sólo la que le costó la vida a Fátima, tiene su asiento- es reversible en un plazo razonable de tiempo. No lo es: por mucho dinero que se le quiera echar encima, por mucha voluntad política que se le ponga, por muchos equipamientos sociales que se quieran instalar deprisa y corriendo. Estamos condenados a vivir por tiempo indefinido con esa lacra inscrita en el ADN de la ciudad. En un problema enquistado desde hace décadas porque administraciones de todo tiempo e ideología prefirieron mirar para otro lado mientras la droga y la incuria se hacían las dueñas del territorio y de las personas. Ya era así cuando en 1961 el gobernador civil Altozano Moraleda, del Opus Dei, paseó a Franco por el Vacie y así sigue siendo.

Lo que ha faltado y falta en la Sevilla marginada se llama educación. Y en educación es donde no se han hecho los esfuerzos que se tenían que hacer. Cuando un chaval de catorce años piensa que se se está mejor trapicheando en la calle que yendo al instituto, porque así lo ha visto hacer a sus padres y a sus hermanos mayores, el fracaso está servido. Por muchos discursos grandilocuentes que se hagan estaremos fallando como sociedad. Seguiremos engendrando Fátimas para que sean acuchilladas y Enriques, que así se llama el agresor, para que lo hagan.

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