EN un momento del Imprescindibles dedicado a la figura de Antonio Fraguas Forges asistimos a una de sus intervenciones en el programa No es un día cualquiera de RNE, en la sección compartida con Juan Carlos Ortega donde sus viñetas se convierten en postales sonoras, bajo la atenta mirada de Pepa Fernández.

Es importante lo que hace Pepa los fines de semana desde hace catorce años. Es relevante que logre tal grado de complicidades en un programa pautado hasta el más mínimo detalle. Agazapado, o ensimismado en sus papeles, en la secuencia en la que veíamos a Forges y a Ortega, también se podía ver a José María Íñigo, cuya ausencia en las últimas semanas ha demostrado cómo es verdad que hay huecos difíciles de llenar, por más que digan que no hay nadie insustituible.

La liturgia establecida entre Íñigo y Pepa a lo largo de las semanas, a lo largo de los años, así como la propiciada por ellos con el resto de colaboradores como el doctor Pardo, Ortega o el homenajeado en Imprescindibles, ha devenido en una especie de terapia de casi diez horas de duración en donde nos reconciliamos con la vida, compartiendo las mejores cualidades del ser humano. Con inteligencia, sentido del humor, y respeto por el lenguaje. La tertulia sobre el paro, y lo que dijeron sobre el tema los escuchantes, y es un ejemplo entre mil, fue antológica.

La radio es mágica. Pero si incluso secciones como la de Forges y Ortega se pueden ver en televisión sumando, y no restando ni un ápice de su genialidad, es que, evidentemente, la radio también se puede ver. Creo que estamos más cerca de que esta terapia colectiva repleta de generosidad que oficia cada semana Pepa.