La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

Gobierno sí, gobernar no

Gobernar está difícil con sólo 84 diputados, medio año con el Presupuesto del PP y sin pacto con los que votaron a Sánchez

Por más que se empeñen Rafael Hernando y otros recalcitrantes del PP, el Gobierno socialista de Pedro Sánchez no tiene ningún problema de legalidad ni de legitimidad. Tiene un problema de viabilidad. Sánchez ha acertado al rodearse de un equipo socialdemócrata, centrista y solvente, pero que quizás no pueda durar los dos años que quedan de legislatura. Gobierno hay, gobernar lo tiene difícil.

Para empezar, el PSOE solamente dispone de la lealtad incondicional de 84 diputados (uno de cada cuatro escaños en el Congreso), una minoría absolutamente insólita en la democracia española. No pasaría nada si la investidura de Sánchez hubiera sido fruto de un pacto entre todos los que la respaldaron, pero el caso es que no hubo tal pacto, ni proyecto común ni programa mínimo compartido; sólo se pusieron de acuerdo en echar a Mariano Rajoy.

Para seguir, al aceptar el chantaje del PNV y sus cinco diputados, el presidente Sánchez se obligó a gobernar el medio año 2018 que queda con los Presupuestos Generales del Estado recién aprobados por la mayoría del PP y otros (Ciudadanos y el propio PNV). Presupuestos retrógrados y antisociales, dijeron entonces los socialistas. En todo caso, suponen un corsé para las políticas sociales que tan alegremente han anunciado ministros y ministras nada más pillar sus carteras. Todas esas políticas, salvo alguna meramente gestual, necesitan acompañamiento presupuestario. Sin dinero no se puede hacer nada. En la oposición se vivía mejor.

Y para concluir, los grandes proyectos y los planes transformadores que traen los ministros y ministras no se pueden implantar por decreto gubernamental. Lo fundamental de la gobernación precisa de leyes o, como mínimo, de decretos convalidables por mayoría en el Congreso. El drama de Sánchez es que salió elegido gracias a los votos de aquéllos a los que no puede contentar con su política (piensen, por ejemplo, en Cataluña) y con el voto en contra de los dos partidos de centroderecha a los que ahora necesita atraer. Sólo hay algo que le favorece en esta tesitura: por mal que lo haga, es impensable que se presente una moción de censura contra Pedro Sánchez. Su jugada es irrepetible.

Veo más posibilidades de que este Gobierno que gobernará con tanta dificultad acabe fracasando en su propósito de permanencia hasta el máximo legal posible. La actuación de Pedro habría pasado entonces de la audacia a la imprudencia temeraria.

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