JORGE Moragas, director de campaña del PP, chaqueta negra, parecía surgido veinte años atrás del Caiga quien caiga de Wyoming cuando de manera solemne estrenó la versión latina del himno de su partido. Parecía todo una parodia, un fake de los de El intermedio, y claro, a los de Wyoming les dieron el programa hecho. El del otro día y unos cuantos más. Por materia prima de bochorno no va a ser.

La fiesta terminó, nos decían hace unos años, afinando el tambor de Ben-Hur para que, de una vez, fuéramos un país rentable. Y ahora el PP escenifica en su sonsenete que la vida es un carnaval, que la fiesta siga con una conga con Rajoy en la jefatura, que se destierre todo lo malo y antipático que tuvo que asumir. La gente va a seguir haciendo sus deberes y obligaciones por mucho que digan y desdigan los habitantes de la Moncloa y sus aspirantes, como ha quedado claro en estos años. La política, la antigua y la nueva, cansa a los espectadores y nos aguardan nuevos tirabuzones hasta el día 26. Qué pereza da cada vez más todo esto.

El PP parece haber dado un paso adelante para dejar atrás las burlas de los rivales y los detractores, como también confirma el vídeo de la coleccionista de gatos. Han desarmado así a los miles de especialistas en chanzas contra la cuadrilla gubernamental (que da para varias temporadas de una comedia). No hay meme en las redes ni adaptación musical que haya mejorado la versión originaria, merengue trompetero que evoca la ingenuidad de los 90, previa al reparto en B. Muerto aquel doberman, se acabó la rabia. Moragas y su equipo idean una campaña corriendo solos por la banda, al margen de tendencias, conflictos, honduras. Digan lo que digan, los demás. Y de paso el voto inmigrante queda cautivado, más que cautivo, con este ritmillo salido de un casio traído bajo cuerda desde Ceuta.

El PP baila solo con la ratonera serenata, esperando algún día una pareja de salón.