Charo Ramos

Leonardo y lo banal

Azul Klein

La cultura trivializada puede tentar a las instituciones en unos tiempos de crisis obsesionados por las visitas

12 de diciembre 2018 - 02:31

Seguíamos en shock por los sobresaltos electorales cuando Madrid nos sorprendía con un escándalo cultural ante el cual conviene no cerrar los ojos. Los miembros del Comité Español de Historia del Arte (CEHA), alertados por el profesor de la Universidad de Alcalá de Henares y ex director sevillano de Patrimonio, Benito Navarrete, han denunciado el "intrusismo profesional del señor Christian Gálvez que, apoyándose en una popularidad televisiva y en sus conocimientos sobre la figura de Leonardo traducidos en obras de ficción con, a veces, dudosas bases histórico-documentales, le han permitido situarse como referente sociológico sin ningún aval de carácter científico".

La protesta surge por la exposición Leonardo da Vinci: los rostros del genio que Gálvez ha comisariado y que, mediante infografías, elementos de realidad virtual o aumentada y piezas originales presenta al público "las múltiples facetas del genio renacentista".

Mientras desayuno en Sevilla escuchando la radio, una cuña publicitaria me insta a viajar a Madrid y visitar la muestra en su doble sede del Palacio de las Alhajas y la Biblioteca Nacional, y a reservar rápido "porque las entradas se agotan". Lo que parece ser una pifia resulta un éxito comercial y la polémica ha triplicado las visitas. Los profesionales del CEHA insisten en que el presentador de Pasapalabra se ha metido en arenas movedizas y lo acusan de utilizar "todo su poder mediático para proyectar una idea sin calado científico, situándose él mismo como experto internacional en la figura de Leonardo". Sobre todo, por validar la Tavola Lucana, un retrato sobre cuya autoría no hay acuerdo aunque Gálvez insiste en que la mano de Leonardo estaría en el 99%.

Empresas y fundaciones avalan la muestra, que nos dice mucho sobre cómo la cultura trivializada puede tentar a las instituciones en unos tiempos de crisis obsesionados por la taquilla, las visitas, los likes y esas patrañas amplificadas por las redes sociales.

Ya me imagino las críticas afiladas ante un evento expositivo sobre Murillo comisariado por nuestros televisivos Juan y Medio o María del Monte, menuda guasa. O por cualquier celebridad que reivindicara su condición de experto por haber fabulado sobre el pintor de las Inmaculadas y los niños tiñosos.

Pero aquí tal vez somos más humildes, o acaso la cultura ha parecido un argumento endeble, incapaz de crear crispación social. Porque si no, Canal Sur nunca hubiera suprimido el formato riguroso del programa de reportajes Al sur tras suscribir 2.182 personas una petición a favor de uno de los mejores argumentos de la televisión andaluza contra la banalización. Esos y otros excelentes periodistas siguen ahí y ojalá llegue su momento, y el de la cultura y la ciencia en Canal Sur. Los necesitamos.

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