Limpia y ambiciosa

Sevilla debe ser ambiciosa como ciudad y como colectivo humano. Exigente y ambiciosa

17 de enero 2022 - 01:46

En torno a la toma de posesión del señor Muñoz como alcalde se ha escrito y dicho mucho sobre lo que debe hacer y conseguir en Sevilla. Una de las expresiones que más han sonado es que la ciudad esté limpia. Tanto, que casi parecía que se debía añadir al lema de nuestro escudo: muy noble, muy leal, muy heroica, invicta, mariana y limpia. Desde los editoriales y artículos, desde el atril de los grupos de la oposición municipal en el salón Colón, he leído y oído la palabra como uno de los objetivos básicos a alcanzar en el tiempo que resta a la actual corporación municipal. Limpia es palabra que tiene resonancias del bien hacer, de la corrección y de lo que una persona debe ser para poder estar en sociedad y como tarjeta de presentación de todo lo demás. Es una palabra que entre nosotros utilizamos como calificativo favorable o desfavorable si no se tiene. Mente limpia. Puede que sea herencia de nuestros ancestros romanos y árabes, de la utilización del agua en nuestras casas, huertos y jardines o como reacción a los años de escaseces y penurias. Cómo echamos en falta los baldeos y la manga riega que hacía correr los desperdicios y suciedades como pequeños arroyos urbanos hasta los husillos. Agua en los patios y en las calles.

El alcalde ha reaccionado creando una delegación de limpieza, supongo que para que el buen hacer de Lipasam (quién no se ha asombrado de los despliegues tras el paso de la última carroza de la cabalgata de Reyes Magos o tras el último paso de palio) tenga también una directriz política desde el gobierno municipal. Porque, como todos sabemos, la limpieza es cara. A nivel personal, doméstico y también en las ciudades. Recuerdo que hace años, en una ciudad centroeuropea y en pleno auge del vandalismo urbano, pregunté cómo no lo había allí. Me contestaron: lo hay como en todas partes, pero antes de que amanezca sustituimos lo destrozado o ensuciado. Solución elemental, pero solo al alcance de algunos bolsillos. Y más cuando ya hablamos de ciudades por encima de los quinientos mil habitantes, en que todo se complica.

Bien está que la ciudad esté limpia, pero no es suficiente. El alcalde dijo en su discurso que aspiraba a que la ciudad funcione. Está muy bien, pero no debe bastarnos. Sevilla debe ser ambiciosa como ciudad y como colectivo humano. Exigente y ambiciosa. Resolver las cuestiones del día a día y las extraordinarias y aspirar a más, a mucho más. Y enseguida lo vamos a ver con la Línea 3 del Metro, por poner solo un ejemplo, que en estos días nos explican y anuncian. No lo diga, hágalo, decía un viejo director de escena al actor que explicaba lo que quería conseguir en su interpretación. No me importaría que Sevilla, además de ser admirada por su belleza y el bienestar que proporciona a propios y extraños, por la limpieza de sus calles, plazas y jardines, y por ser una ciudad que funciona, lo fuera también por su exigencia y por la ambición y empuje en la competición que actualmente libran todas las ciudades.

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