Pilar Cernuda

Lucha sin cuartel contra el islamismo

las claves

Enemigo en casa. Ceuta y Melilla cuentan con barrios enteros de musulmanes y la mayoría de sus habitantes no ocultan sus simpatías por los movimientos afines a Al Qaeda y similares

11 de enero 2015 - 01:00

Afinales del verano, los responsables españoles de la lucha contra el terrorismo islamista, analizaron un documento que era fundamental para su trabajo: todos los datos de los que disponían las distintas policías y servicios de inteligencia internacionales sobre el grupo Khorasan.

Se trataba de un grupo vinculado a Al Qaeda, que centraba sus acciones en Siria, y que hasta hace pocos meses era desconocido entre los expertos en terrorismo. Estados Unidos ha sido el primer país en identificar el grupo y contar con información sobre sus objetivos y sus métodos subversivos para alcanzarlos, de hecho este pasado mes de septiembre las fuerzas aliadas bombardearon los lugares donde se suponía sentaban sus campamentos y campos de entrenamiento los miembros de Khorasan. Quieren la destrucción de Occidente y sus prioridades son Estados Unidos y los países europeos.

En la lucha sin cuartel contra el terrorismo islamista, todos los días se producen novedades que ponen a prueba la profesionalidad y la paciencia de quienes tratan de combatir ese fenómeno que impregna de dolor y de angustia el inicio del siglo XXI. Todos los días se encuentran nuevos focos, nuevos grupos, nuevos dirigentes, nueva metodología y nuevos dirigentes dispuestos a inmolarse en nombre de Alá provocando auténticas masacres.

Al principio parecía que los grupos estaban interconectados y se estructuraban como una especie de franquicia de Al Qaeda. Ya no es así, no hay conexión entre los que operan en Arabia Saudí, Pakistán o Afganistán, los que se han hecho fuertes en el vasto territorio africano del Sahel, con Malí como país de referencia, o los que se han constituido en un auténtico ejército en el territorio conquistado en Siria e Iraq, a los que los terroristas gusta que se llame Estado Islamista y los expertos policiales de varios países han acordado denominar Daesh, una palabra despectiva para el mundo musulmán. Es importante el lenguaje, aunque parece que no lo acaban de comprender políticos y periodistas que se empeñan en llamar Estado Islamista a lo que no lo es. Pero a los terroristas les gustaría que fuera, un Estado.

El informe sobre Khorasan es inquietante. Colaboran con Al Qaeda de la Península Arábiga para tratar de conseguir un explosivo que no sea detectado por los instrumentos utilizados en los controles de seguridad de los aeropuertos, con el objetivo de que, una vez que cuenten con ese peligroso elemento, uno de sus soldados con pasaporte de un país occidental, pueda subir a un avión en el que lo haría explotar. Por tanto, se comprende que hayan saltado todas las alarmas, que el trabajo de los servicios occidentales sea de máxima colaboración entre unos y otros… y se comprende que Estados Unidos haya dado prioridad a bombardear los lugares en los que podrían encontrarse los miembros de Khorasan.

Este ejemplo sirve para demostrar hasta qué punto el terrorismo islamista es un peligro ante el que no se puede volver la cabeza con indiferencia. No se ponen límites, todos y cada uno de los grupos solo piensan en islamizar el mundo e imponer las normas que los yihadistas consideran incuestionables. Y la suma de todos esos grupos es letal.

Europa ha fracasado en la integración social de musulmanes. Y no vale la excusa de que la miseria les lleva al terrorismo. No es cierto: muchos de los que pretenden llegar hasta el territorio islamista y empuñar las armas pertenecen a familia de clase media que no sufren rechazo social. No hay que olvidar que Ben Laden jamás conoció la pobreza; su padre era uno de los empresarios más ricos e influyentes de Arabia Saudí, con acceso directo a la familia real y al propio rey.

Los hermanos que atentaron contra la maratón de Boston pertenecían a una familia de clase media y parecían perfectamente integrados en su colegio y universidad. No se trata por tanto un problema de reacción ante el rechazo social, sino de algo más profundo, que tiene que ver con la interpretación sesgada de su religión de origen, perfectamente instrumentalizada para captar adeptos. Por eso es tan peligroso el yihadismo.

Se calcula que unos 3.000 ciudadanos de la Unión Europea han conseguido llegar hasta Siria, y la mayoría de ellos han recibido allí el entrenamiento adecuado para convertirse en terroristas. El país con mayor número es Francia, unos mil, seguido del Reino Unido, Alemania, Bélgica y Holanda. España está entre los que cuentan con menos ciudadanos que se han trasladado al territorio controlado por los yihadistas, apenas un centenar, a pesar de que en dos ciudades españolas, Ceuta y Melilla, barrios enteros son musulmanes y la mayoría de sus habitantes no ocultan sus simpatías por los movimientos afines a Al Qaeda y grupos afines.

El peligro está en los llamados retornados, los que regresan a Europa tras su entrenamiento. Generalmente no lo hacen a su país de origen, por si estaban controlados. Por eso era importante que el Parlamento Europeo aprobara una normativa que utilizan Estados Unidos y Canadá, el PNR -Passenger Name Record-, que obligaba a las agencia de viajes y páginas de internet de compra y reserva de billetes de avión y tren, a que facilitar los datos a un organismo que controla los movimientos de los ciudadanos sospechosos de estar en contacto con el yihadismo.

Sin embargo, la comisión parlamentaria de libertades, presidida por el ex ministro de Justicia López Aguilar, se negó a aprobar la propuesta, una postura que demuestra que sus integrantes no conocen bien cómo aprovechan los terroristas las leyes occidentales que garantizan la libertad de movimientos. Los terroristas que acabaron con la vida de 12 personas en su asalto a Charlie Hebdo eran retornados. El PNR se va a llevar nuevamente a Bruselas y quizá ahora sí tenga la luz verde de los parlamentarios.

De los 3.000 europeos que se han sumado al terrorismo islamista, el 80% lo han hecho en el Daesh y el resto en diferentes grupos de Al Qaeda, tanto en Arabia Saudí como en el Sahel. La forma habitual de llegar es a través de Turquía, un país de la OTAN que sin embargo no puede o no quiere controlar suficientemente sus aeropuertos y pasos fronterizos. Tras el atentado de París, el más grave cometido en Europa tras el de Atocha, es previsible que los países de la OTAN presionen a Erdogan para que tenga un papel más activo en la lucha contra el yihadismo, que hasta ahora no ha sido suficientemente riguroso y, por tanto, eficaz.

Todos estos datos explican que España trabaje de forma muy estrecha con los países que se toman con más seriedad la lucha contra el terrorismo, como Estados Unidos, los miembros de la Unión Europea… y Marruecos.

Este último país es fundamental para España. Por Ceuta y Melilla, por supuesto, ciudades en las que trabajan multitud de ciudadanos marroquíes y en las que residen o son ya españoles miles de personas de origen marroquí. Pero también es importante la colaboración porque Tetuán, ciudad marroquí muy cercana a Ceuta, es uno de los focos del terrorismo islamista. De hecho, allí ha habido importantes conexiones con quienes realizaron el atentado de Atocha.

Las policías española y marroquí, y sus servicios de inteligencia trabajan estrechamente para tratar de detectar posibles terroristas o hacer vigilancia exhaustiva de retornados o de sospechosos de ser retornados. Pero, como ocurre con las policías y servicios de otros países, es imposible controlar todo.

Y más cuando los terroristas se aprovechan de los resquicios que dejan las leyes que garantizan la libertad de los ciudadanos.

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