Francisco / Andrés / Gallardo

Luis

Visto y Oído

07 de marzo 2014 - 01:00

ESE era el apellido imposible: Schwarzenbeck. Sólo los que sufrimos la conmoción de su zapatazo en directo y en blanco y negro podemos hacernos una idea real de la frustración rumiada que debía de tener Luis Aragonés y su íntima satisfacción de revancha calmada, y colmada, 34 años después. Que además un colchonero como Torres le marcara el gol a Alemania, esa selección que siempre nos dio vértigo, convirtió aquella noche de Viena de 2008 en un final cerrado y perfecto. Breaking happy. El fútbol es uno de esos terrenos donde la ficción nunca puede superar a la realidad. No hay serie que pudiera condensar de forma creíble ese cúmulo de sentimientos que se amontonaban en un entrenador que sólo fue valorado en su auténtica dimensión al filo de la tumba, años después de este gran título.

Grande Luis, el reportaje de Mediaset, está por debajo de los relatos épicos que suele abordar mensualmente Informe Robinson, del Plus. Se agradece el homenaje, el empeño y la voluntad, pero ese mismo trabajo en otras manos podía haber quedado más lucido. Hubieran sido aconsejables y deseables más testimonios y palabras aún más hondas de los que hablaron. La retrospectiva podría haber ido directamente a la sustancia, a ese viaje de ida y vuelta al trono europeo, de Bruselas a Austria, un itinerario de convicción con peñascos en el camino como el de la prensa madridista defendiendo a un Raúl que se había convertido en un seleccionador paralelo y que pareció ceder sólo por sus puros intereses comerciales. Luis no cedió. Y en esos salimos ganando casi todos.

Con sus posibles mejoras, Grande Luis fue un agradecido regalo para la memoria futbolera y una muestra de afecto a esa familia que tuvo que sufrir, y cómo, el mobbing nacional contra este testarudo, brillante e imprevisible proletario del balón: el que reformuló las intuiciones de Santamaría, aquel triste y cabreado seleccionador de Naranjito.

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