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La ciudad y los días

Carlos Colón

La Macarena de luto

NO sólo por quienes vivieron con su nombre en los labios y la Ley de su hijo en el corazón; y por ello murieron sufriendo y temiendo, como todos los mortales y como el propio Jesús Nazareno, pero también, como él, esperando. No sólo por ellos, decía, sino también por cuantos le pidieron gracias que no les fueron concedidas, por cuantos salieron de su Basílica llorando lágrimas que nadie enjugó, por cuantos al ver caer la noche desde la ventana de un hospital sintieron que Dios les había abandonado, por esos padres que le pidieron clemencia para la hija que llevaba su propio nombre y su mismo apellido, Esperanza Macarena, sin que su sentencia le fuera conmutada. Por cuantos pidieron sin obtener nada, aguardaron sin que nadie llegara, esperaron sin que nada sucediera, tuvieron vida pero nadie con quien compartirla, amor pero nadie a quien dárselo, recuerdos pero nadie a quien contárselos, existiendo como si no existieran y muriendo como si no hubieran vivido. Por cuantos murieron su propia buena o mala muerte y por cuantos murieron con la muerte de quien para ellos era más que su vida.

Por todos ellos; por quienes esperaron y también por quienes desesperaron; por quienes fueron a verla para creer contra toda tentación, esperar contra toda desesperanza y amar contra todo desamor y también por quienes cayeron en la tentación, desesperaron y rechazaron el misterio de amor que en ella se transparenta y hace visible; por cuantos no llorarán más viéndola, no le besarán más la mano cada 18 de diciembre, no la esperarán ninguna mañana más de Viernes Santo entre la bulla y también por quienes nunca recibieron la gracia de descubrirla.

Por todos ellos hoy y por todos nosotros mañana -porque también se pueden decir en macareno las palabras de John Donne: "Nunca te preguntes por quién se viste de luto la Esperanza: se viste por ti"-, la Macarena, la imagen siempre moderna y contemporánea de todas las edades, la imagen que respira, la imagen que escucha, la imagen que habla, la imagen que acaricia, la imagen que mira, la imagen que comprende, ha renunciado a la malla de oro, a los ángeles bordados en sedas de colores y al tisú para vestirse de luto por sus hijos muertos. Toda Feria es desde hoy calle ancha de gloria, amargura y esperanza. Están puestas en las puertas de San Juan de la Palma, de Montesión, de Omnium Sanctorum y de San Gil las convocatorias blancas, rojas y azules de la Reina de Todos los Santos. Toda la gloria del cielo está a sus plantas y toda la pena del mundo en las manos de la enlutada Esperanza. Hoy entra noviembre por el Arco de la Macarena.

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