La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Mejide y Espada: gana el espectáculo

Espada ha quedado aún más tocado. Mejide triunfa. Del primero se espera rigor y del segundo espectáculo

Arden las redes tras el show de Risto Mejide y Arcadi Espada, del que también se han ocupado muchos medios. Pero no pasa nada. Los incendios de las redes duran poco. Y así es el espectáculo. Llega el circo, alza la carpa, celebra sus funciones, se va y queda el solar vacío como si nunca hubiera habido allí payasos, fieras, trapecistas y domadores. Y esto es lo que dejan tras sí estos escándalos televisivos: nada, el mismo solar baldío, triste, de extrarradio, que había antes. Esperando otra función que dará mucho que hablar y teclear durante poquísimo tiempo. Son fenómenos tan extensos como breves y superficiales. Puede que el hace años respetado Espada haya quedado más tocado de lo que ya lo estaba. La fama televisiva de Mejide, en cambio, aumentará. Espada escribe y Mejide se dedica al espectáculo televisivo. A quien hace lo primero se le exige rigor mientras que a quien se dedica a lo segundo se le pide espectáculo. No se olvide que este señor se hizo popular abroncando con las más hirientes palabras a los concursantes de OT.

Da igual el formato y de lo que se trate. Pueden ser los sobeos de GH Dúo o el griterío de ese Sálvame en versión política que emite la Sexta las noches de los sábados en coincidencia no solo horaria con el De Luxe. Lo mismo da. Todo es espectáculo. Y no de la mayor calidad. Estamos muy lejos del entretenimiento como lo entendía la maravillosa canción That's Entertainment que cantaban Jack Buchanan, Fred Astaire, Nanette Fabray y Oscar Levant en Melodías de Broadway 1955: The world is a stage, the stage is a world of entertainment ("¡El mundo es un escenario, el escenario es un mundo de entretenimiento!").

Ahora el mundo es una pantalla (de TV, de ordenador, de smartphone o de lo que sea) y la pantalla es un mundo de entretenimiento. Pero el que se ofrece es una mezcla de realidad y ficción a la que se llama telerrealidad. Alcanzando al periodismo escrito habitualmente serio que no se libra ni de la banalización ni de las fake news: un reportero estrella del prestigioso Der Spiegel se inventaba lo que escribía. Desde ahora sus artículos, presentes en esa gigantesca hemeroteca que es internet, incluyen una nota advirtiendo que pueden ser ficticios, es decir, imaginarios o falsos. Pura ficción disfrazada de periodismo. Lo de Mejide y Espada es solo una anécdota más en esta reducción de todo a espectáculo.

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