Sueños esféricos
Juan Antonio Solís
Un segundo que encapsuló un trienio de incompetencia
Inmigrantes. En el Ayuntamiento de Armilla la izquierda gobernante y la oposición han votado unánimemente en contra de la posibilidad de que el Gobierno utilice unos terrenos de la base aérea ubicada en el municipio para un campamento de inmigrantes en situación de vulnerabilidad o a la espera de conseguir asilo en España. En Vox uno lo daba por descontado, pero no lo esperaba de los chicos y chicas del welcome refugees y ningún ser humano es ilegal. Como son políticos –es verdad que de medio pelo– han tejido un discurso melifluo para que no parezca que no quieren ni muertos a africanos errantes por las calles del pueblo. ¿Dónde han escondido ese baúl rebosante de valores que suelen exhibir para deslumbrar al prójimo? Charles Dickens tituló Filantropía telescópica un capítulo de Casa lúgubre. En él satirizaba a la señora Jelliby, que, como buena parte de nuestra izquierda –desde luego, los ediles armilleros– sólo se interesaba por los negritos que no tenían la desfachatez de plantarse en la puerta de su casa.
PECUNIA NON OLET. Tito Livio acusaba a su padre, el emperador Vespasiano, de enriquecerse con los urinarios públicos. Pecunia non olet, respondía este. El dinero no huele a meados. De ello dan fe las pituitarias de Koldo, Ábalos, Rubiales y Zaplana.
HUMOR. Las bromas son violencia. Como dijo la comediante Hannah Gadsby –que nació en Tasmania, no digo más–, el humor en vivo es una expresión artística diseñada por hombres para hombres. Gadsby es la pionera de una nueva ola de valerosas cómicas feministas que están subvirtiendo el género a base de no hacer reír a nadie. En España seguimos estirando el chicle.
MONO. Es lo que le llaman a Vinícius los mismos que han pedido y logrado el despido de Germán Burgos –que lleva el Mono con orgullo en el apodo– por haber dicho, ante una floritura de Yamal que, de no triunfar en el verde, el jugador siempre podría asombrar a los automovilistas y pasantes en un semáforo en rojo. O algo así. Lo estaba llamando malabarista, era un piropo, pero en España, donde siempre hubo gente atravesada, ahora también proliferan los tontos y el batiburrillo es demoledor. Un baranda de Google aseguró, no hace mucho, que el objetivo de la empresa no es hacer dinero, sino cambiar el mundo. Si no fuera por lo que cobra por los packs televisivos, pensaría lo mismo de la cadena que ha puesto en la calle al Mono Burgos por un comentario ingenioso.
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