Mucha mierda

La falta de civismo y la guarrada permanente nos interpela a quienes vivimos aquí

07 de enero 2022 - 01:45

La entrada de un nuevo alcalde siempre invita, de forma casi irresistible, a enunciar a viva voz lo que -a nuestras cortas o largas luces, y en no pocas veces también en función de nuestros intereses- queremos que traiga a la ciudad. La lista de cosas que esperamos del regidor, que en estos días he podido leer en los periódicos y en las redes, tiene algo de petitoria al gobernador de la ínsula Barataria, incluso de carta a los Reyes Magos. Quiero ver en ellas algo bienintencionado, participativo, pero también un puntito fácil. Señalan los puntos negros de la gestión de Sevilla -que no es poco el "margen de mejora", como se dice ahora, qué eufemismo- en, pongo por caso, la vertebración e interconexión de la ciudad a través de sus vías y transportes públicos, el tejido empresarial, la gentrificación o las diferencias estructurales entre los barrios. Entre las reclamaciones que más escucho en estos días se encuentra la limpieza. El momento en que les escribo esto, el día de Reyes, es idóneo para visitar desde primera hora los contenedores de la ciudad y alucinar en colores. El objeto de este artículo es valorar la parte de responsabilidad de cada cual en este asunto.

En más de una ocasión he denunciado desde estas páginas las deficiencias de la limpieza en la ciudad, asunto que ha sido ariete y cantinela de la oposición. Ya he contado que el rótulo "No dejes residuos fuera", sólo es moralmente válido cuando aún cabe algo en el contenedor, o cuando el mecanismo de apertura del mismo no imposibilita que una persona mayor o con alguna dificultad física pueda depositar la bolsa dentro. La limpieza tampoco puede ir por barrios. "El camión de la lluvia" -como lo llama el poeta- no riega por igual todas las plazas. Asuntos como estos atañen de lleno al Consistorio. En cambio, la falta de civismo y la guarrada permanente nos interpela a quienes vivimos aquí. Quien sale a correr, con cuidado de no pisar cristales, a la vera de la dársena lo sabe; quien pasa sorteando heces de perro en las zonas menos transitadas lo sabe; quien pasea por el parque al día siguiente de un festivo lo sabe. Quien esquiva el perdigonazo de los que escupen lo sabe. La que vuelve a casa a deshoras, evitando al hombre que riega de orín una esquina, lo sabe. Y la que pregunta en el bar por el inexistente o impracticable aseo de señoras. O la que arranca flores del parque para ponerlas en su casa. En todo ello, los vecinos y vecinas de Sevilla tenemos que ver, y más nos vale hacer examen de conciencia. Y de excrecencia.

A Antonio Muñoz le deseo con sinceridad en esta nueva etapa mucha mierda. Pero sólo en el sentido figurado, teatrero, sinónima de suerte. Para todo y todos los demás, le deseo y nos deseo mucha menos mierda, ruido y toxicidad, en toda su acepción, en todos sus sentidos.

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