El Niño Dios y Viva Suecia

Muñoz ha suavizado el modelo Zoido. Se agradece. Pero ahí está la catedral de luz y sonido de la Plaza de San Francisco

14 de diciembre 2022 - 01:45

Se nos dijo que la pandemia nos había dado una gran lección. Se nos dijo que ya nada iba a ser igual, como la forma de relacionarnos. Se nos dijo que aprenderíamos de los crasos errores. Se nos dijo que teníamos que hacer acto de contrición. Cuando todo aquello acabase, nos dijeron que teníamos que repensarlo todo y que, de no cambiar, nuestro modelo de vida tenía fecha de caducidad como un yogur de marca blanca. Entre otras cosas, nos dijeron que era insostenible el turismo de multitudes, los viajes a mansalva, el uso inmoral del avión, el convertir las ciudades en burdos destinos de consumo y diversión. Pero no hemos aprendido nada, como dice el título de una canción de Viva Suecia.

De modo que así seguimos, compitiendo groseramente por ver quién la tiene más grande (la luminaria navideña, se entiende). Vigo es Vigo. Pero Málaga es Málaga, con su calle Larios y sus ángeles celestiales con alas de doce metros. En Sevilla, para no ser menos, el ambiente de la Navidad nos retrotrae al cuatrienio negro del alcalde Zoido. El regidor más votado de la historia convirtió el centro histórico en un enorme lego de fugaz ostentación: titilantes adornos y afeites, castilletes, mercadillos ubicuos, tiovivos y cacharritos, abetos elefantiásicos, jaimas, el dichoso mapping. Todo sea por el entrañable turismo familiar. En la víspera de la Navidad la democracia sigue siendo esto, el triunfo de la mayoría absoluta (la mara) en detrimento de las minorías perseguidas (las personas). Hace tiempo que el adviento dejó de ser una hermosa espera.

El alcalde Antonio Muñoz ha suavizado el modelo Zoido. Se agradece. Pero ahí está la catedral de luz y sonido de la Plaza de San Francisco. Entre otras cosas, la nueva tramoya nos recordará a malajes y gruñones las horas en las que no podremos pasear al libre albedrío, sin otro aliciente que el de estirar las piernas y atenuar los grumos de la mente. Al parecer, esta Navidad habrá pasacalles con rebumbio de cornetas y tambores y una especie de ballet con jirafas en el Paseo Colón. Sí, jirafas.

Se fue ya por fortuna la cantinela de los tunos por la Inmaculada (ridículos vejestorios la mayoría). Pero ahora llega la gran conjunción que uno estaba deseando entre coros de campanilleros y conatos fortuitos de zambomba jerezana en plazoletas y veladores. El paño carmesí con el Dios ha nacido cuelga ya de muchos balcones. Entre el ruido y la droga (esa necesidad de ocio continuo para contentar a la muchedumbre), el anuncio del Niño Dios se nos hace indescifrable. No sabemos interpretar nada, igual que no hemos aprendido nada.

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