La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La Mina es una mina de felicidad en las tabernas de Sevilla
Es indiscutible que Sevilla está de moda. Todas las personalidades quieren venir. Y si no quieren, Juan Espadas va a buscarlos, como si fuera el padre de la parábola del hijo pródigo. En los últimos tiempos han venido Barack Obama, Bob Dylan y todos los grandes artistas de los premios Goya, entre otros turistas. En plena campaña, ha anunciado el alcalde que invitará al Papa Francisco, si continúa en el cargo. Y, al día siguiente, nos enteramos de que el próximo sábado vendrá Pablo Iglesias. Por supuesto, no es lo mismo; pero tampoco venía últimamente. Y, además, va a venir por casualidad, porque ya había organizado un viaje a Andalucía y no le permiten que llegue a Cádiz, según tenía previsto.
Los alcaldes del cambio, como los llamaban, no quieren salir en las fotos con Pablo Iglesias. El líder de Podemos intenta arroparlos, pero ellos y ellas no se dejan. En las encuestas sale que pueden perder varias alcaldías del cambio. Sería el recambio. Incluso en Madrid y Barcelona lo tienen difícil. Aparte de que Manuela Carmena y Ada Colau van por su cuenta.
En Andalucía, la única capital donde gobiernan es Cádiz. Allí está de alcalde José María González, conocido como Kichi, apodo que él mismo ha puesto en la papeleta. Es tan anticapitalista como su pareja, Teresa Rodríguez. Y es de Podemos, pero lo intenta disimular. Por eso, en las elecciones se llaman Adelante, en vez de Unidas Podemos. Por eso, lo criticó cuando el chalé de Galapagar. Por eso, cuando se ha enterado de que Pablo Iglesias iba el sábado a Cádiz para arroparlo, le pidió que no, por favor, qué horror.
Así que la visita de Pablo Iglesias se la van a tragar los colegas de Sevilla. A Susana Serrano parece que le da igual, porque aquí no van a cambiar. Tampoco vino Pablo Iglesias en Semana Santa para la campaña de las generales. El líder podemita parece una persona non grata para los de su propio partido, que se llama Adelante Andalucía para camuflar. Debe ser triste la vida de un político que no se siente querido por los suyos. Algo parecido le ocurrió a Susana Díaz con Pedro Sánchez, que organizó un Consejo de Ministros para venir a Sevilla, cuando ella era presidenta de la Junta. Se lo tragó, y pasó lo que pasó.
A Pablo Iglesias no sabemos cómo le saldrá. Lo único que se sabe es que él quiere ser vicepresidente del Gobierno. En Andalucía ya ven cómo lo reciben. Los de Adelante le han pedido que no entre en un Gobierno con Pedro Sánchez. Su alcalde del cambio, Kichi, le ha pedido que no vaya. Menos mal que siempre hay alguna Susana que se traga el sapo, le guste o no.
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