Rafael Rodríguez Prieto

'Photoshop' político

La tribuna

08 de marzo 2014 - 01:00

SE ríen de nosotros. Cuando los poderosos nos pierden el respeto, cualquier cosa es posible. Lo observamos a diario. Somos testigos de excepción de una época presidida por el desprecio a las personas que con su trabajo sostienen la sociedad. El alpiste diario con el que tratan de adocenar y narcotizar nuestro sentido crítico se torna en mensajes que machaconamente golpean nuestro intelecto. Nos preparan para que repitamos las ideas del tertuliano de cabecera en el marco de un menú de temas prefabricado. El insigne periodista Luis Carandell contaba una anécdota atribuida al nieto de Pericles, Alcibíades. Este general ateniense se compró un perro y un día le cortó el rabo. Sus amigos le reprocharon su conducta y le advirtieron que se había expuesto a la censura pública por algo nimio. Alcibíades sonrió y dijo: "Mientras los atenienses se entretengan con el rabo del perro, me dejarán en paz y no harán averiguaciones sobre otras acciones mías."

Un perro sin rabo o arrojado a un árbitro puede ayudar mucho. Los entusiastas del statu quo y sus empleados del duopolio televisivo lo saben. Muestran, para el escarnio público y programado, a la aristócrata que sólo sabía gastar el dinero o al político con cuentas en Suiza. Sin embargo, las corruptelas más graves son invisibles. Políticos jubilados de todos los partidos a sueldo de las grandes empresas de energía. Empresas que contratan a los antiguos reguladores de sus actividades con salarios de seis cifras y así. La corrupción se presenta como algo puntual, la manzana podrida, pero rara vez se nos muestra como lo que es: algo estructural y consustancial a un sistema que convierte a los presuntos representantes del pueblo en empleados de las grandes empresas.

La reforma de la ley del aborto es también una buena distracción. Consume mucho tiempo en los informativos. Permite a los partidos que cambiaron el puño por el chupa-chups y a políticos machadianos por clones de Toñi Moreno ejercer de progres de fin de semana. Me recuerdan a esos padres que se desentienden de sus hijos, pero que una vez al mes los llevan al burguer de la esquina y les compran una videoconsola. Todos sabemos que lo más probable es que las cosas se queden más o menos como estaban antes de que ZP usara el aborto para ocultar su política económica en favor de bancos y ricos. Pero es que el aborto da mucho juego. Permite a las señoras ataviadas con abrigos de pieles mezclarse con el proletariado en la calle, mientras sus maridos perfilan el próximo ERE o se llevan la pasta a un paraíso fiscal. ¿De qué vida hablan? ¿De la que el sistema tiene reservada a los hijos de asalariados neoesclavizados y asustados ante la perspectiva de perder su trabajo? ¿De los niños españoles en la pobreza? ¿De los padres con hijos discapacitados que carecen de los recursos para atenderlos? Es que lo primero es el déficit. Es que lo primero es salvar a los bancos. Es que los derechos sociales son un incordio. Es curioso, pero un neonato puede terminar teniendo más derechos que un nacido. Mientras se habla de ello no conversamos sobre la terrible regresión social que vivimos. Los jubilados se empobrecen año a año. Los trabajadores viven el terror a diario. Las pymes no acceden al crédito. Si te pagan menos y protestas, se acabó. Si puedes embarazarte, te dicen que te hagas autónoma. Si invocas los derechos sociales, olvídate porque eres problemático. Al final un rico español paga menos impuestos que el camarero que le sirve el café. Todo un logro.

El derecho a decidir sobre lo que los oligarcas dispongan es otra distracción. El lavado de cerebro perpetrado por los nacionalistas en la escuela está dando sus frutos. No se trata de que el político de turno tenga firma en cuenta helvética. Ni que en el futuro paraíso nacional dominen las mismas familias de siempre. Todos a cantar el himno y a odiar a los españoles. Aquellos que comienzan personificando los territorios y acusando a periodistas en su nombre, terminan elaborado listas de amigos o enemigos y expidiendo los carnets de ciudadanos. Recuerda a experiencias ya vividas en Europa. Lo relevante es ocultar con un trozo de tela toda injusticia y explotación. Todos somos iguales, aunque el capital -central o autonómico- lo sea mucho más que los otros.

La prensa escrita se muere y con ella el periodismo de investigación, el pluralismo o la reflexión que desafía el twittpensamiento. Los poderosos sólo quieren una realidad recortada y macerada en un carrusel de informaciones que evite el engorroso esfuerzo de cuestionar el sistema. Un Photoshop político trasunto de un no-debate parlamentario que expropia la iniciativa ciudadana y nos aboca a una "gran coalición" de la inanidad.

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