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Tomás García

Poesía en el Parque de María Luisa

Es un placer pasear por los senderos en estos días finales del año, oír el canto de sus pájaros

30 de diciembre 2023 - 01:00

Podemos caminar por el Parque de María Luisa y detenernos en cuatro enclaves que recuerdan a cinco eminentes poetas sevillanos, grandes almas que elevaron sus versos eternos a los cielos y cuyos ecos aún resuenan sobre la agitada vida de la ciudad. Accedemos en primer lugar a la mística Glorieta de Bécquer, donde el trovador y su ciprés de los pantanos lamentan juntos la caída de las ocres hojas otoñales para afrontar el frío invernal y las añoranzas del inmortal romántico por los amores perdidos que ya no volverán: “El verde es gala y ornato/ del bosque en la primavera.../ Las esmeraldas son verdes,/ verde el color del que espera,/ y las ondas del océano/ y el laurel de los poetas”. Nos adentramos más allá cruzando la frondosa avenida de Hernán Cortés en busca de la Glorieta de Rafael de León, la cual posee una fuente proveniente del antiguo mercado de la Puerta de la Carne que figura enmarcada por un espléndido laurel de Indias y dos cipreses de los pantanos; este gran rimador y coplista encumbró a famosas tonadilleras con canciones como La Zarzamora u Ojos verdes: “Ojos verdes, verdes como la albahaca./ Verdes como el trigo verde/ y el verde, verde limón./ Ojos verdes, verde, con brillo de faca,/ que están clavaítos en mi corazón”.

Llegamos a un reducido espacio rodeado de palmeras, almeces, vetustos olmos y cipreses cerca de la Fuente de los Leones y dedicado al versátil escritor José María Izquierdo, creador de la Cabalgata de Reyes Magos del Ateneo de Sevilla y amante de sus jardines: “Si queréis apreciar el grado de cultura de un pueblo, visitad sus jardines, y cuando los hayáis contemplado secos, polvorientos, sin aromas, en un triste abandono... bien podéis decir: ¡Este pueblo no tiene sentimiento, no tiene arte ni amor”. Arribamos finalmente a la sugestiva Glorieta de los Hermanos Machado, presidida por una fantástica fuente arropada por plantas trepadoras y tres araucarias australianas que la abrazan con sus magníficas ramas. Aquí reposan las ánimas siempre unidas de dos poetas universales cuyos cuerpos no lo hacen en Sevilla, sino en Madrid y en Francia. Ambos se sentían a veces melancólicos en lugares ajardinados con el musical tintineo de las fontanas y el fulgor esplendoroso de las flores: “En el parque, yo solo.../ Han cerrado y, olvidado/ en el parque viejo, solo/ me han dejado./ La hoja seca,/ vagamente,/ indolente, roza el suelo.../ Nada sé,/ nada quiero,/ nada espero./ Nada.../ Solo/ en el parque me han dejado,/ olvidado,/ ...y han cerrado” (Manuel Machado).

Es un placer pasear por los senderos del Parque de María Luisa en estos días finales del año, oír el canto melodioso o estridente de sus pájaros, tocar a venerables árboles que algo mágico nos trasmitirán y buscar esos rincones donde grandes hombres dejaron la eterna impronta de sus versos, de sus ansias, de sus desamores, de sus querencias. Puede ser un camino vivificante que nos prepare para afrontar nuevos retos, nuevas inquietudes e ilusiones.

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