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La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Salvar el último cine

El Cervantes, como ha señalado Adepa esta semana, permanece cerrado desde el primer estado de alarma

Les decía hace unos días que, si la lectura es relativamente independiente del formato en que se haga, no sucede lo mismo con la visión de una película. Los dispositivos domésticos, por perfectos que sean, son sucedáneos de la proyección en la gran pantalla de un cine. Por ello hay que preservarlos y hacer hueco en ellos a los clásicos que varias generaciones de espectadores no han visto nunca proyectados en sus formatos originales. Un ejemplo es la sala Phenomena de Barcelona, una iniciativa privada que ofrece el rito de las cortinas rojas abriéndose para mostrar una pantalla gigante sobre la que se hacen proyecciones en todos los formatos, incluido el 70 mm. En las próximas semanas proyectará, junto a títulos actuales, Centauros del desierto, El silencio del mar, La diligencia, Ran o El trono de sangre.

Ya, ya… Sevilla no es Barcelona. Ni en población ni -por mucho que el independentismo la haya acatetado- en tradición cinéfila (¡que paradoja que la Barcelona de los 60 y los 70 tuviera, bajo el franquismo, una vida cultural incomparablemente más brillante). Por eso me dirijo a las autoridades municipales y autonómicas pidiéndoles que hagan lo posible para que el único cine histórico sevillano superviviente, el Cervantes, no muera. No se le puede exigir a una empresa privada que mantenga abierto con sus solos recursos un local cuyo más que centenario valor histórico (fue inaugurado en 1873) hace intocable, si un público no incentivado prefiere las multisalas de los centros comerciales. ¿No podría apoyarse desde lo público y el patrocinio privado la conversión del Cervantes en un Phenomena sevillano? Piensen en el placer ver por primera vez en su gran pantalla (los más jóvenes) o volver a ver (los más viejos) las películas que allí se estrenaron, desde Oklahoma a Parque jurásico o Titanic pasando por Lawrence de Arabia, West Side Story o Doctor Zhivago.

Las cosas están como están. Pero mejorarán. Entonces podría plantearse esta iniciativa y sumarle la recuperación del casi intacto Llorens neomudéjar cerrado hace años (mientras el Cervantes, como ha señalado Adepa esta semana, permanece cerrado desde el primer estado de alarma). Ambos han sido declarados BIC. Pero esto, siendo importante para salvarlos, no basta. Hay que darles vida. Ver el cine en la gran pantalla es tan importante como oír la música en el Maestranza en vez de en grabaciones, por perfectas que sean.

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