Joaquín Rodríguez Mateos

De la Semana Santa de hoy: epítome, glosa y moraleja

A contraluz

03 de marzo 2010 - 01:00

EPÍTOME, algo apresurado y poco correcto, de nuestra Semana Santa de hoy:

Hace ya años -aunque no tantos, realmente- que el fenómeno cofrade empezó a desbordar sus cauces naturales, para comenzar a inundar la realidad social de la ciudad. Completamente sobredimensionado, se inició un proceso de crecimiento descontrolado que -con el apoyo y estímulo arzobispal- saturó la Semana, inundó las vísperas y tiñó de manera indeleble la cuaresma. Invicta, heroica y cofrade ciudad. Con una base poblacional que hizo incrementar considerablemente sus efectivos -en número de hermanos, de nazarenos y de espectadores- procedentes en buena medida de bolsas de población emergentes, desconectadas de las tradiciones de la ciudad, todo lo cofrade empezó a ser objeto de afición y aficionados, originando tanto friki semanasantero. Desde entonces, parece primar la forma sobre el fondo, lo instrumental sobre lo sustancial, y buscarse ante todo el espectáculo, tantas veces caprichoso, afectado y artificial. Y buena muestra de ello es el protagonismo alcanzado, por ejemplo, por todo lo relacionado con el costal y las bandas, y todas sus formas y maneras. Por no hablar, claro está, de las veleidades de la imaginería actual.

Lo cofrade perdió su mesura, y con ella sus límites naturales, para ser cosa de tiempo completo para muchos. Y la vida interna de cofrades y cofradías comenzó a ser objeto de mentideros públicos y de intereses mal intencionados, captando atenciones disfrazadas de noticias en lo que sólo son cotilleos, para solaz de iniciados. Que, dicho sea de paso, manejan sus armas con acerada felonía en el anónimo follaje del ciberespacio.

Glosa final:

Pero nada de esto sería posible sin la participación activa en todo ello de tantos responsables de las propias hermandades, y de su entorno de cortesanos. Como no podía ser de otra forma, las cúpulas de muchas de ellas adolecen hoy de estos males, tomadas por estas nuevas generaciones de profesionales y funcionarios de lo cofrade, de perfil tan bajo y de tan escaso nivel. Y así, desde luego, se ven las cosas que se ven, y se oyen las cosas que se oyen.

Moraleja:

A mayor bombo y prosopopeya, más decadente, vacía y fatua se me antoja la cuestión. ¿Recuperaremos algún día la intimidad perdida?

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