AFORTUNADAMENTE, año y medio después pervive el Espíritu Puerta, esa manifestación de sevillanía que en tan buen lugar deja a las aficiones futbolísticas de esta ciudad llamada Sevilla. Aunque la guasa continúa en buen estado de revista y por los cenáculos y las tertulias, por la barra del bar y el tajo, las pullas siguen vigentes, las bromas no han decaído y lo de la risa va por barrios es un hecho por mucho que desde hace tres años, la risa sea prácticamente exclusividad de un barrio y no de dos. Quiere decirse que todo es como antes, pero presidido por ese Espíritu Puerta que se gestaba cierta tarde de domingo.

Era agosto, en la UCI de Virgen del Rocío se debatía con la muerte un jovencísimo futbolista y lo hacía en clara desventaja, sin apenas posibilidades de ganar la partida. Se jugaba la primera jornada de Liga en ese último domingo de agosto de 2007 y el Betis volvía de un empate a uno en Huelva. Menos da una piedra y el empate dejaba un sabor que ni fu ni fa; además, un joven colega de esos futbolistas béticos se moría a chorros. Entonces, alguien tuvo la idea de que la expedición al completo fuese al hospital a interesarse por el compañero. El autocar del Real Betis Balompié aparcó en la puerta del Virgen del Rocío y ahí nació el Espíritu Puerta.

Es la auténtica génesis de una especie de ideario de buenas intenciones que uniría de forma inédita a sevillistas y béticos, se aparcaba el cainismo y parecía abrirse un tiempo nuevo. Ha pasado un año y medio, y a excepción de esos impresentables que tienen al insulto como única línea argumental y que anidan en ambas aficiones, ese espíritu de concordia sigue en un estado más que aceptable. Fíjense si continúa el Espíritu Puerta sobrevolando el nido futbolístico de Sevilla que antier a mediodía se coreó en Heliópolis el mismo eslogan que cada quince días se corea en Nervión, el "Lopera quédate". ¿Está o no está vigente el impagable Espíritu Puerta?