Ignacio Gago /

Televisión casi inocente

BREIKIN NIUS

11 de julio 2011 - 01:00

FAVORECER la obesidad infantil y en adultos, difundir una dieta rica en colesterol, caída del pelo, hiperactividad en los pequeños de la casa, problemas cardiacos y de espalda, vista cansada, aumento de la violencia, bajo rendimiento escolar y laboral, aumento de embarazos en adolescentes y hasta disfunción eréctil… Suman y siguen los males que una legión de estudios pseudoscientíficos viene achacando desde hace décadas al excesivo consumo televisivo. Y no es así. La televisión más bien es culpable de fenómenos como el de Belén Esteban, del exceso de crónica rosa, de informativos manipulados por el gobierno o la empresa privada de turno, de crear reality-shows insulsos, de retransmitir las extrañas votaciones y los cantantes frikis de Eurovisión, de permitir a los echadores de cartas, adivinos y falsos sorteos de la madrugada, de emitir casposas películas de serie B y C, de programaciones de verano que animan a pedir asilo en Andorra o de bloques publicitarios tan interminables que deberían incluir índices y apéndices. Pero, que se sepa, la televisión no anda detrás de tantísimos males de la sociedad digital que le endosan periódicamente sin que nadie salga en su defensa desde que en los '80 Aviador Dro cantara aquello de que "la televisión es nutritiva". Mientras tanto, internet y las redes sociales se mueven por este siglo XXI con una especie de bula papal. Y no es justo. No lo es, precisamente, porque -cada vez más y especialmente en los países avanzados- demasiados episodios violentos con adolescentes como protagonistas activos o pasivos han tenido su germen en esas redes sociales, con la cooperación necesaria de la telefonía móvil a través de vídeos de delitos grabados por sus propietarios. Son jóvenes que consumen en internet todo tipo de contenidos vedados en la pequeña pantalla, donde la programación, guste o disguste, tiene unos límites legales que nadie osa traspasar. Los adolescentes -ahora adultos- que crecieron pegados a la tele son muy distintos a los que lo que actualmente maduran adictos a internet, el móvil y los videojuegos. Ni mejores ni peores.

Por tanto, ya es hora de que cada medio aguante su vela y su penitencia y que el doble rasero para juzgar a ambos quede finiquitado, porque no es lo mismo engordar viendo la tele que servirse de internet para crear una red de extorsión sexual, montar estafas millonarias o atacar webs de medio planeta. La TV puede servirte telebasura en su menú pero nunca hará un phishing para vaciarte la cuenta corriente o meterá un virus que haga morir a tu pantalla de LCD o LED último modelo. Al perro lo sacamos a pasear 15 escasos minutos y de televisión consumimos 247 minutos diarios de media. Va a resultar que el verdadero amigo del hombre es un electrodoméstico del salón.

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