La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El desgarro de la muerte en el Parlamento de Andalucía
Hay una foto famosa en la que se ve al general Franco y al teniente coronel Millán Astray cantando el himno de la Legión en un acto castrense. Esa foto simplemente pone los pelos de punta: es difícil apreciar mayor chulería y mayor desprecio hacia los demás que la actitud de esos dos militarotes abrazados. Toda la brutalidad de la que es capaz el ser humano está condensada en esos dos rostros en los que no se ve nada noble ni decente. Al contrario, todo es vulgar, desconsiderado, ramplón, incluso soez. Para empeorar las cosas, el general Franco tiene media lengua fuera porque parece estar soltando una pedorreta, aunque en realidad está cantando. Sería un personaje inmejorable para representar el Miles gloriosus de Plauto. "Miles gloriosus", para los que no sepan latín, significa "el soldado fanfarrón".
Estos días se ha difundido una foto del etarra Txapote -el hombre que mató a Miguel Ángel Blanco hace ahora veinte años- que es un calco de la misma actitud que exhibía el teniente coronel Millán Astray en la foto con Franco: el mismo aire despectivo, con los ojos entrecerrados y la barbilla levantada, como haciendo saber que todos los seres humanos están por debajo de él, y el mismo gesto insolente de quien se cree con derecho a disponer de las vidas y de las conciencias de los demás. En un principio, parece que esos dos militarotes y el etarra Txapote representan ideologías totalmente opuestas, pero en realidad no hay nada más parecido que la visión del mundo que todos ellos profesan. Todos consideran que hay que eliminar físicamente al adversario, aunque ese adversario esté indefenso y no haya hecho nada más que defender sus ideas de forma legítima. Todos se consideran en posesión de una verdad incuestionable que hay que imponer a sangre y fuego. Y todos sienten un culto idolátrico por la muerte -y cuanto más salvaje e indiscriminada, mucho mejor- como única herramienta de purificación social.
Lo extraño del caso es que aún hay gente que se niega a reconocer estas verdades elementales, ya que algunos miembros de nuestra izquierda más pueril ven en los dos militarotes al fascista de tomo y lomo, claro está, pero en el etarra sólo ven a un luchador y un guerrillero, quizá equivocado, sí, pero en el fondo noble y desinteresado. A estas alturas del siglo XXI, ya va siendo hora de que esos ilusos acepten por fin la verdad.
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