José León-Castro Alonso / Catedrático De Derecho Civil

SE NOS VA UN PASTOR

06 de noviembre 2009 - 01:00

VEINTISIETE años en una trayectoria puede ser poco o suficiente, que también yo quisiera esa Sevilla vieja donde se durmiera el tiempo. Lo cierto es que se nos marcha un hombre tal vez incomprendido, criticado o querido, al que desde mis vivencias personales hace mucho reconocí grandísimas virtudes. Con la brevedad que se requiere, describiré las que más estimo en lo que valen.

Ha sido fray Carlos Amigo un ciudadano de su tiempo y de su mundo, jamás relegado a las sacristías, libre en un país que aprendía a serlo y actual hasta permitirse no cambiar en una sociedad tan dada a los vaivenes. Eso le ayudó a ser también enormemente práctico como cuando decidió no acudir y ni siquiera recomendar la asistencia a la convocatoria del Foro por la Familia contra el matrimonio homosexual, consciente de que no era esa su guerra, pues si al Estado sólo le competía la forma civil, mientras no se tocara la religiosa se respetaba el reparto entre Dios y el César. Pragmático profundo, hasta las raíces de lo justo y en los límites de la magnanimidad, por eso afirmaba que el perdón no es claudicación, sino la apoteosis de la justicia. También por eso recuerdo que, interrogado por los peligros de la inmigración, respondía contundente y ecuánime que cuando se habla de la amenaza de quiénes llegan en pateras, jamás se hace de aquellos paisanos que viven en la opulencia en la Costa del Sol y que, ciertamente, son una bendición para algunos.

Le admiré, asimismo, por su enorme cultura, lo cual, ciertamente, le hacía en ocasiones aparecer como elitista y exigente en exceso. Pero sencillamente ello se debía a su fobia intelectual hacia una cultura secuestrada, partidista, vulgar, sectaria, tan al uso en nuestro país y en nuestra ciudad. A menudo repetía que se necesitaban verdaderos intelectuales, líderes del pensamiento, que ayuden a salir del diletantismo, de la superficialidad, libres de cualquier prejuicio y de tanto tópico, porque si no hablan la Universidad, las Academias, las Cátedras, dominarán los gritos estridentes del que más grite o más poder tenga.

Ha sido, por último, un hombre de una firmeza y solidez ejemplares lo que, sin embargo, jamás le limitó en su proximidad, en su sentido de la amistad y del diálogo, tal vez consciente de que siempre resultaba ganador en el cara a cara. Desde el cariño a Sevilla y a los sevillanos, recuerdo su última intervención en la Basílica de la Macarena. Se dirigió al alcalde, al que felicitó, sí, pero por tener una ciudad en la que todos podemos vivir en paz, aunque sin renunciar nunca ninguno a sus convicciones más profundas. Al más puro estilo franciscano, suaviter in modo, fortiter in re. Hasta siempre Fray Carlos.

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