Juan Luis Pavón

Vicio en el consentimiento

PASA LA VIDA

11 de septiembre 2012 - 01:00

LA juez María del Pilar Sánchez Castaño, del Juzgado de Primera Instancia 1 de Sevilla, ha abierto una vía de esperanza a miles de sevillanos que se sienten embaucados por los folletos y las reuniones de despacho que permiten a los bancos captar fondos para operaciones financieras en las que se juega con el desconocimiento técnico del cliente. En una demanda promovida por diez ciudadanos para reclamar la nulidad de los contratos de seguro sobre préstamos hipotecarios que suscribieron con Novacaixagalicia, la juez ha anulado dichos contratos al considerar que la entidad "no proporcionó la información exigible en soporte duradero" para que se dieran cuenta de que eran productos financieros especulativos que no cubrían el coste de una subida de intereses.

En el fallo, la juez aporta sentido común a la jurisprudencia: "No puede ser que el cliente se limite a dar su consentimiento, a ciegas, fiado en la buena fe del banco, a unas condiciones cuyas consecuencias futuras no puede valorar con proporcionada racionalidad por falta de información, mientras que el banco sí la posee". Vicio en el consentimiento es el concepto con el que Sánchez Castaño se apoya para declarar la nulidad. Lo define como "falta de información o información sesgada sobre condiciones que son esenciales y que han resultado perjudiciales y lesivas para los clientes".

Los círculos viciosos de nuestra crisis tienen mucho de vicios en el consentimiento. Ha sido muy fuerte la tolerancia hacia el engaño, se daba por hecho que todo el mundo formaba parte de una dinámica en la que se era engañado y engañador, con desigual proporción de pequeña o gran escala en el rédito o perjuicio del ardid, según las posiciones o habilidades de cada cual. Por eso es difícil introducir cuñas de honradez en la política y en la economía. Hasta los vicios están viciados en una sociedad donde el principio de que la ignorancia de la ley no exime de su cumplimiento, queda aplastado por la máxima de que las leyes están para no cumplirlas.

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