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Helena Arriaza

Lo absurdo de los concursos

DESDE que tengo recuerdos de televisión los concursos familiares están presentes en mi memoria. De niña recuerdo ver El Grand Prix del Verano, La ruleta de la fortuna, ¿Qué apostamos?, El juego de la oca, Trato hecho o Furor. Mis familiares siempre me han hablado de concursos míticos como Un, dos tres. En la adolescencia, mientras estudiaba, pasé tardes viendo Allá tú, Saber y ganar, ¿Quién quiere ser millonario?, Pasapalabra o Password. Me parece un gran acierto que las cadenas programen concursos de este tipo, ya que son formatos de los que puede disfrutar toda la familia y que permiten que los más pequeños aprendan y dejen de ver programas no aptos.

En la actualidad hay concursos con los que se aprende bastante de cultura: Ahora caigo, ¡Boom!, Pasapalabra y el longevo Saber y ganar. Pero los dos primeros me provocan sensaciones contradictorias. Por un lado me gustan y me entretengo respondiendo las preguntas. Por otro me resultan los formatos más cansinos de la tele y cada vez los veo menos por un motivo: Presentadores y concursantes hacen cosas absurdas, innecesarias y que llegan a aburrir. ¿Qué necesidad hay de que los participantes de ¡Boom! se llenen la cara de una sustancia desagradable cuando fallan y les explota la bomba en la cara, la ropa y el pelo? Sería suficiente con que cuando no acierten, el público diga "ooooh" y se vayan a su casa. Lo mismo ocurre con el programa de Arturo Valls. Él es uno de mis presentadores favoritos pero lo de la trampilla hace que cambie de canal y deje de ver Ahora caigo. Al principio tenía cierta gracia, lo de hacer caer a los participantes en el momento más inesperado era algo que hacía mucho que no se veía en televisión. Pero después de años en antena cansa que continúen cayendo cuando no adivinan la palabra. La misma sensación me produce La ruleta de la fortuna. Pasan los años y no hay novedades. El programa cae en la monotonía de que los concursantes cojan del tirador y que la ruleta de vueltas. Nada más. Bueno sí, la pésima actuación del público que acompaña en plató a Jorge Fernández. Todo el rato dando palmas y diciendo frases para animar a los concursantes con las que consiguen que los espectadores pulsemos el botón de silenciar o el de otra cadena. Antena 3 debería hacer un lavado de cara de sus concursos. No le funcionan mal, pero podrían aumentar su calidad con pequeños cambios. Solo con quitar las tonterías sería suficiente.

Al menos Pasapalabra y Saber y ganar mantienen en la suma de entretenimiento y sensatez que les permite continuar en pantalla tras años de emisión. El programa de Christian Gálvez ha pasado por diferentes cadenas y ha tenido varios presentadores pero desde el año 2000 es un éxito gracias a su dinámica, a la variedad de pruebas y a que cada temporada introducen cambios. El formato presentado por Jordi Hurtado no ha cambiado demasiado pero la tónica gusta, la ilusión del presentador se mantiene. Así que desde aquí hago un alegato a favor de los concursos sin florituras, con los que aprendamos y ni presentadores ni concursantes tengan que hacer el ridículo.

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