En el adiós a Attila, genio y figura

En Ladinsky buscaba Szusza el gol que tanto se le negaba y acabó de pesadilla de Iriondo

17 de mayo 2020 - 02:32

Parecía como de otro tiempo, como procedente de un túnel que se pierde en la lejanía y con unas condiciones impresionantes para ser una estrella. Fue en el verano de 1975 cuando Ferenc Szusza quiso dar el golpe idóneo para que su equipo creciese de nivel. Mameli se había ido con más pena que gloria y el guaraní Celso Mendieta daba para lo que daba. Un ariete fuerte y muy limitado técnicamente, por lo que procedía un salto de nivel.

El apartado goles corría casi con entera exclusividad a cargo de Eduardo Anzarda, aquel pibe que se paraba en el área para desconcierto de los defensas de la época. El equipo del Betis tenía una considerable producción de fútbol con Cardeñosa de gerifalte más López y Alabanda de gregarios de lujo, pero faltaba gol y Szusza lo buscó en un compatriota suyo con fama de estrella y también de personaje con ciertos desórdenes en su vida privada, pero valía la pena probar.

Y así llegó Attila Ladinsky a la casa verdiblanca, acompañándole García Soriano en aquel verano de ilusiones y de esas esperanzas que habitualmente visten de verde. Y Attila debutó a lo grande con un partidazo en Atocha que desató la euforia. Había llegado un nuevo ídolo, pero las lesiones musculares afloraron y a la par los recelos que provocaba su desenfado en la calle y en los horarios. No llegó al nivel que se le presuponía, lo que bajó con el relevo de Iriondo por Szusza.

Sin aquel bon vivant que era Ferenc Szusza y con el austero y desconfiado Iriondo de jefe, Attila tuvo su canto de cisne una tarde en el Bernabéu con un golazo tras salir del banquillo de los reservas después de una noche de insomnio y copas. Él y Megido eran la pesadilla del vasco, no estuvo en la apoteosis del 25-J por ser extranjero y se fue al verano siguiente. Estuvimos juntos en Budapest en otoño del 97 y seguía como siempre. Descansa en paz, Attila, genio y figura.

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