Antonio Montero Alcaide

El alcahuete alcahueteado

Un poderoso valido medieval se valió de la alcahuetería ante el rey y salió mal parado

20 de enero 2023 - 01:46

El sevillano rey Pedro I -había nacido en Burgos, pero moraba, cuando sus correrías por Castilla se lo permitían, en el Alcázar de Sevilla y su sepultura está en la Capilla Real, de la Catedral- parece que se enamoró, no se diga perdidamente, de María de Padilla, aunque ese concubinato fuese una razón principal de los levantamientos nobiliarios encabezados, entre otros, por Enrique de Trastámara, hermano bastardo del rey y al que asesinó para acceder al trono como Enrique II de Castilla. Se ha dicho entre otros porque también figuraba, en el elenco de los sublevados, el magnate y valido del rey, Juan Alfonso de Alburqerque, en los primeros años del reinado, y compañía fiel de la desamparada reina doña María, a quien Alfonso XI abandonó por el atractivo sin par de Leonor de Guzmán, concubina con la que tuvo una nutrida prole de poderosos bastardos, como Enrique de Trastámara. Adviértase la hipocresía, que cursa en todo tiempo, de una rebelión encabezada por un bastardo, el nombrado, ante el abandono de la reina Blanca de Borbón por Pedro I, que prefirió a María de Padilla.

Pues bien, aunque el embelesado encuentro de Pedro y María -dígase así, realeza aparte- pudo ocurrir en Sevilla, como ya se contó, también hay relatos históricos de otro lugar y, sobre todo, del singular alcahuete que pagó caras sus pesquisas. Este era el propio valido Juan Alfonso de Alburquerque, ya que, según el canciller López de Ayala (1332-1407) cuenta en la Crónicadel rey don Pedro, cuando el rey iba a Gijón, para celebrar las Cortes que se iniciaron en 1351, "tomó a doña María de Padilla, que era una doncella muy hermosa, y andaba en casa de Doña Isabel de Meneses mujer de Don Juan Alfonso de Aburquerque, que la criaba, y se la trajo a Sahagún Juan Fernández de Hinestrosa su tío, hermano de Doña María González su madre. Y todo esto fue por consejo de Don Juan Alfonso de Alburquerque". El propósito de este no era otro que procurar un escarceo del joven rey, cuya voluntad quería ganarse para acrecentar sus intereses nobiliarios. Mas el joven monarca se enamoró -por qué no perdidamente- de María de Padilla, que volvió con el rey a Sevilla y, poco más o menos un año después, tuvo con él una hija, Beatriz. Aunque el rey casó con Blanca de Borbón, ante el acuerdo matrimonial en que participó De Albuquerque, Pedro I la abandonó pocos días después. De modo que otra antigua crónica, de la primera mitad del siglo XV, El Victorial, de Gutierre Díaz de Games (1378-1453), cuenta el temeroso desconcierto del valido, que entendía que los asuntos del reino -eran sobre todo los suyos- iban a mal y aconsejaba al rey que dejara a María de Padilla. Aunque le atormentase saber, y lo afirmara con rabioso exabrupto, que no sería así: "Sé que la puta de Doña María de Padilla jugando está ahora con mi cabeza ante el Rey".

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