Tu amigo...

Es la alusión del sevillanito medio para tratar de erosionarte sin éxito... y acabar enrocado en su mediocridad

Tu amigo...
Tu amigo...

28 de enero 2021 - 02:30

Es una alusión muy utilizada en las tertulias improvisadas, charlas y otros formatos de vida social en los que se pretende meter el dedo en el ojo al interlocutor. El sevillano medio, que se tiene por allegado tuyo de toda la vida, de los que te dice que eres su hermano, de esos falsos, pero falsos de libro, que le faltan páginas en el libro de familia para incluir a tantísimos hermanos que tiene según sus repetidas y afectadas (muy afectadas) alusiones, te suelta en medio del almuerzo o de la simple cerveza informal antes de comer: "¿Has leído lo de tu amigo en tu periódico?". Y te queda la duda de si ha puesto más énfasis (mala leche soterrada) en el primer pronombre posesivo... o en el segundo. El puyazo carga la suerte en el primero, al final no hay duda. Y el tío aprieta la vara para descolocarte. Suelta todos los gatos que tiene en el interior del vientre, alguno de ellos ya empadronado de la de años que llevan maullando en el estómago del sujeto donde anida. Tu amigo... Eso dice el tío en cada alusión.

Tu amigo... Para erosionarte. Para tratar de minar tu círculo más próximo. Tu amigo, por supuesto, le importa un pepino del Supersol, de los que se pesan, pegas el ticket en la bolsa, lo llevas a casa y lo trituras para convertirlo en parte del gazpacho. Tu amigo... Es el dedo en el ojo al modo hispalense. Pero todo se acaba, todo se viene abajo, todo se derrumba para tu interlocutor impertinente cuando le respondes con celeridad, con rapidez, con soltura, con un punto de desahogo y con mucha naturalidad: "Sí, es mi amigo. Y no tengo muchos, porque amigos, lo que se dice amigos, no se tienen muchos. ¿Qué decías? Perdona que te haya interrumpido". Entonces el interlocutor, ese sevillano medio con tiradora de Emidio Tucci, calzonazo por vocación y por convicción, habitualmente tieso, gorrón de Cruzcampo con altramuces y repetidor como un loro de los códigos de la corrección política, se retranquea como el rey cobarde del ajedrez: "No, no. Si yo tengo muy buena opinión de tu amigo, pero es que me dijeron...".

Y entonces disfrutas al contemplar cómo ese sevillanito medio trata de recular y de protegerse en la retaguardia de su hipocresía. Se creyó valentón en su alusión inicial, pero no dejó de ser un mero aprendiz de bravucón. "Tu amigo el cura". "Tu amigo el abogado". "Tu amigo el psiquiatra". Todos los que usan esos términos, azuzados muchas veces por un mal aliado como el alcohol, se quedan de pronto rajados cuando les respondes con la verdad por delante. Esperaban que fueras como ellos. Que renegaras de tus amigos en tu esfera privada. Pero no. Entonces ves cómo caen tan bajo. Y asistes a un espectáculo sonrojante.

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