Ángeles cercanos

30 de junio 2025 - 03:07

Los ángeles que yo conozco no tienen alas ni son invisibles ni revolotean en torno a una virgen. Tienen nombre propio y andan por el mundo como en una eterna infancia, aunque su cuerpo les desdiga y cumplan años, ellos conservan para siempre la inocencia. Los ángeles que yo conozco tienen una eterna sonrisa, son enamoradizos, caprichosos, cabezotas y con ese punto de egoísmo generoso que mueven a los demás a hacer cosas por ellos para que sean más felices. Los ángeles que yo conozco son niños capaces de envejecer alegres, ajenos a la complejidad absurda de la vida. Sí, esos ángeles tienen su misterio y su milagro. Suelen tener los ojos achinados, la nariz pequeña, el alma grande y el espíritu bailongo. Muchos mantienen la boca abierta ante el asombro del mundo. Rozan tanto la gloria que pintores como Jordaens, Mantegna, Reynolds, Murillo y tantos otros los han retratado con verdad, posiblemente, porque los tuvieron cerca y se quedaron bien dentro.

Los ángeles que yo conozco son todos únicos. Luisa, que me enseñó a jugar a los cromos y a perder sonriendo. El enamoradizo Hernán, al que se le escapaban los ojos detrás de toda joven guapa. Aquel otro cuyo nombre no recuerdo, que siempre miraba a la carretera cuando veía alejarse un camión pensando que iba para Alemania: “Está poco lejos”, decía mientras se perdía su rastro. El vecino pequeño de recién casada con sus pequeñas gafas sujetas por un elástico que le daban un aire veloz de superhombre diminuto. Tantos otros que veo por la calle con su campanita silenciosa anunciando la grandeza de sus padres, la felicidad pequeña de un helado, de un paquete de patatas, de una conversación porque la mayoría son muy dicharacheros. Ahí van, me digo, sin que el mal del mundo les perturbe.

Los ángeles que yo conozco abruman. Cuesta asumir su grandeza disminuida en un cuerpo humano y vulnerable. Desconciertan a los padres con su extraño regalo de felicidad y desvelos. Un día alguien les explica que lo suyo no es una enfermedad sino un síndrome, un trastorno genético que afecta a su desarrollo.

Los ángeles que yo conozco no siempre fueron reconocidos en su valía y en su diversidad. Hoy con el esfuerzo de padres, de asociaciones como CEDOWN y de la propia sociedad, se les integra en la familia, en el colegio y en el trabajo. Alumbremos el milagro.

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