La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Los riesgos de la Feria de 2025
Cuesta alterar el ritmo del reloj biológico y así nos pasó que el Domingo de Ramos arrancamos más tarde de lo habitual, una hora después para ser más exactos. Pero el cuerpo se adapta a todo y cuando amanece Miércoles Santo ya no hay vuelta atrás. Acompaña el tiempo, además, y qué estupenda resulta la despreocupación por el hombre del tiempo, habitualmente mujer hogaño. Cielos altos de Sevilla como techo de un escenario inigualable para la representación de la mejor ópera urbana creada por el hombre. Y aunque el hombre se las compone para estropear cuanto toca, no cabe la menor duda de que estos días en Sevilla no tienen parangón con nada de lo que por ahí se prodiga. Desde que la burra apareció por la rampa y así que todo se funda a negro con la vuelta de la Soledad a San Lorenzo, lo inenarrable se ha hecho carne y habita ya entre nosotros.
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