¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Ussía, el último acto del “otro 27”
El gran actor Pepe Rubianes, los años que pasó en Sevilla regalándonos sus espléndidas recreaciones, desde el prendimiento de Cristo por la guardia romana o la riña de gatos en una calle de La Habana, actor coral donde los hubiera, interpretó el número magistral de lo que ocurría en el bar Victoria cuando los camareros, incluido el gran Pinto, ponían fin a su jornada laboral y cerraban las puertas. Las tapas iniciaban un diálogo divertidísimo.
Algo parecido ocurre con los libros. No son compartimentos estancos que se abren, se leen y se cierran. A veces hablan entre ellos. Bucarest es bombardeada por los alemanes en El maestro Juan Martínez que estaba allí, las memorias soviéticas del bailaor burgalés contadas por Manuel Chaves Nogales. Pero también la bombardean en la monumental Enciclopedia B-S (Periférica) del argentino José Emilio Burucúa. Un vademécum de personajes en un libro que nos recomendó Alfredo Valenzuela editado en Cáceres por Julián Rodríguez Marcos, editor extremeño que murió demasiado joven “en su casa de la serranía segoviana mientras leía las cuartillas de la Enciclopedia”, como se lee en la dedicatoria. Un libro curioso que transcurre entre la capital rumana y el Buenos Aires de Perón, Evita, la dictadura y la guerra de la Malvinas. Donde se habla mucho más de gimnasia que de fútbol (extraño en un argentino) con la única salvedad de Angelito Labruna, ídolo de River Plate. Donde no se habla del papa Francisco sino de Juan XXIII, no como pontífice sino en su faceta inédita de practicante de lucha grecorromana cuando era Angelo Giuseppe Roncalli.
Julián Besteiro me habla desde la biografía de Franco de Julián Casanova (Crítica) y desde el libro de Juan Cantavella Los directores del Ya. Los dos lo sitúan en los sótanos del Ministerio de Hacienda, en la calle Alcalá. Casanova relata la falta de piedad de su antiguo alumno Felipe Acedo Colunga, fiscal que pidió para el presidente de las Cortes de la República la pena de muerte, que le conmutaron para morir enfermo y desnutrido en la cárcel de Carmona el 27 de septiembre de 1940.
El 28 de marzo de 1939 volvía a salir el Ya, cerrado desde el 14 de julio de 1936. Cantavella cuenta que uno de los reporteros, Manuel Jiménez Corella, se fue “a entrevistar a Besteiro, a Sánchez Guerra y a Melchor Rodríguez (el Ángel Rojo de Triana), que permanecían en los sótanos del Ministerio de Hacienda, a más profundidad que las cajas fuertes del Banco de España”. Besteiro murió con 68 años. La edad a la que ha muerto Manolete (el periodista del As Manuel Esteban). Los años que la vida me ha regalado hasta el momento presente.
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