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Como en botica

En política clásica, en Vox cabrían tres o cuatro voces, pero hoy por hoy les toca acompasarse y subir el volumen

La celebración del Viva 24 de Vox ha sido un éxito en términos mediáticos e internacionales. Ni Sánchez ni Feijóo lograrían hoy tantas adhesiones de líderes del mundo.

El eco ha hecho mucho ruido, y la polémica ha acompañado al evento de Vox, dándole más eco. Que si Milei ha dicho, que si Meloni ha anunciado, que si Ventura se ha atrevido, que si el ministro israelí ha apostillado, etc. A lo que hay que sumar los discursos de producción nacional, también potentes.

Pero éxitos y escándalos distraen de lo más sustancial del Viva 24. Lo de Begoña es un chascarrillo. La clave es la diversidad ideológica que existe entre los apoyos de Vox y entre sus propios militantes. En un país con sentido común y normalidad democrática, antes de la postmodernidad, serían dos o tres partidos distintos. Tenemos el fervor por el liberalismo de Milei junto a la defensa de la distribución de la propiedad que simultáneamente hace Juan García-Gallardo. Nada que ver lo de éste con el comunismo, con el que se le ha acusado a la ligera, pero sí es puro distributismo chestertoniano y, por tanto, anticapitalista a muerte. En una sociedad sana, como digo, Milei y García-Gallardo serían dos partidos políticos rivales: el liberal y el conservador, y se las tendrían tiesas, aunque con una amplia zona de acuerdos esenciales. Otro partido sería lo de Le Pen. Y entre los partidarios de Vox podrían hacerse muchas otras diferencias: juvenilistas y nostálgicos, creyentes y neopaganos, etc.

¿Qué sucede? Pues –como han dicho Milei y también Abascal al comienzo de su discurso– que tienen enfrente un alocadísimo discurso woke y un socialismo que quiere hacer tabla rasa con todo: con la libertad, con la pequeña propiedad y con las naciones. De manera que impone la unión de los diversos por instinto de supervivencia y jerarquía de valores. Ahora en Vox hay de todo como en botica y, como en botica, todo para curar arrechuchos.

Esto podría entenderse como una debilidad interna de Vox o incluso podría lanzar a unos contra otros dentro de la formación verde en una vorágine de debates doctrinales. Se equivocarían los de fuera y los de dentro. Es una fortaleza, porque la irracionalidad práctica empuja a gentes heterogéneas al partido de Abascal, con la fortaleza que conlleva la suma de personas, matices y sensibilidades. Es la lección implícita del macroevento de este fin de semana, aunque se discuta más de otras cosas.

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