La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Sevilla seguirá, de momento, sin cardenal
PASADO mañana 5.744.840 catalanes están llamados a las urnas, formalmente para elegir un nuevo Parlamento autonómico que invista al siguiente presidente de la Generalitat. Pero el resultado de sus votaciones afectará materialmente a la gobernanza de España. El sistema electoral otorga una ventaja a las fuerzas nacionalistas, al ser la provincia la circunscripción electoral, lo que les hace decisivos en la formación de mayorías en las Cortes Generales. Una capacidad maximizada por la asunción por parte de Pedro Sánchez de los postulados del ex líder de Podemos Pablo Iglesias de crear una mayoría que aglutine a toda la izquierda y al nacionalismo al completo (incluidos los de derecha) para bloquear la alternancia. Es justo lo que vivimos desde el 23J, porque Sánchez aceptó ceder los principios de su partido a cambio de retener el poder sin ser el más votado, incluyendo la transacción corrupta de cambiar votos a la investidura por impunidad penal, una amnistía que se aprobará incluso antes de que se conforme un nuevo gobierno catalán. Lo relevante del sufragio del domingo es precisamente eso, quién gobernará en Cataluña –hay consenso demoscópico de que el más votado será el PSC de Salvador Illa– y qué incidencia tiene en el Congreso de los Diputados y el sostén a Sánchez.
En La Moncloa y en el PSOE creen necesario que Illa gane con claridad y que pueda gobernar para que no se visualicen como un fracaso las políticas de Sánchez de pacificación en Cataluña. Creen que, si los independentistas no suman mayoría, Carles Puigdemont no forzará a Junts a tumbar al Gobierno central si hay un tripartito de izquierdas –PSC, ERC y Comuns-Sumar– en Sant Jaume. Mucho creer es eso jugándosela con un personaje impredecible como el ex presidente fugado. Éste no contempla otro escenario que su rehabilitación como president, una revocación de facto de la aplicación del artículo 155. Una humillación más.
Lo más probable es el bloqueo, que llevaría a una repetición electoral allá por noviembre: más tiempo para Pedro Sánchez.
El PP también se juega mucho. Por eso resultan inexplicables los pendulazos que da Alberto Núñez Feijóo, agobiado como está por su gran problema: Vox, al que no doblega. Recurrir a una llamada xenófoba al voto utilizando la inmigración es sucumbir, volver a renunciar a los principios: lo que llevó a la derrota en julio. Contra una coalición destituyente como la que lidera Sánchez no cabe más que una política propositiva que visualice una alternativa liberal y democrática que dé garantías. Sigue sin estrategia.
También te puede interesar
Lo último