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Crónica Personal

La coalición PP-Ciudadanos se diluye

La negativa de Feijóo en Galicia y las reticencias de Alonso en el País Vasco echan para atrás el proyecto de Arrimadas de ir juntos a las tres convocatorias electorales de 2020

Alberto Núñez Feijóo conversa con una trabajadora de una empresa de pizarra en Orense.

Alberto Núñez Feijóo conversa con una trabajadora de una empresa de pizarra en Orense. / Brais Lorenzo / Efe

No avanza, se diluye a medida que pasan los días, se vienen abajo las expectativas de crear una alternativa de centroderecha a los independentistas y nacionalistas: el intento de formar una coalición electoral entre PP y Ciudadanos para presentarse conjuntamente en las elecciones de Galicia y País Vasco, y a las posteriores de Cataluña, hace aguas.

Alberto Núñez Feijóo puso pie en pared desde el primer momento, ni se le pasa por la cabeza perder la marca PP en Galicia, sello ganador y con muchas probabilidades de repetir mayoría absoluta aunque el PP nacional no atraviesa su mejor momento; pero además del empeño de Feijóo de no ceder sus siglas –casi personal más que político–, Cs es un partido casi inexistente en Galicia. Ni siquiera se le pone nombre a su líder gallego, la prueba es que la actual dirección nacional, la gestora más Inés Arrimadas, ha puenteado a quien quiera que sea el que dirige Cs en Galicia y ha encargado las negociaciones al ex secretario de organización José Manuel Villegas, miembro de la gestora y el hombre que ha llevado todos los pactos de gobierno con los populares que se hicieron tras las elecciones autonómicas y municipales.

Villegas telefoneó a la Xunta, no a la sede regional del PP, el pasado jueves, pero no pudo hablar con Feijóo porque se encontraba en la reunión semanal del Gobierno. Un portavoz de Cs explicó que un miembro del partido se puso en contacto con el secretario general del PP gallego, Miguel Tellado, que le dijo que las negociaciones las llevaba Feijóo. Lo curioso es que Tellado niega haber recibido ninguna llamada de Cs.

Alonso se adelanta

En el País Vasco miraban con mejores ojos el posible acuerdo, pero con reticencias. No sólo porque tampoco existe Cs en el País Vasco sino porque su posición contraria al concierto económico provoca un rechazo en los votantes. Alfonso Alonso sólo ve la eficacia en un acuerdo con Cs si se apostara por un pacto nacional que tuviera en cuenta las características sociales, económicas y políticas de cada región.

Alonso, referente indiscutible del PP vasco, no tiene en Génova el respaldo que necesita cualquier dirigente regional. Teodoro García Egea ha barajado nombres para sustituirlo y, si finalmente es candidato a lehendakari, sería porque la Ejecutiva regional se apresuró a designarlo, y a desautorizar esa decisión habría provocado un serio problema interno. Es cierto que Alonso no puede presentar buenos resultados, pero a nadie se le escapa que el País Vasco es una plaza complicada para el PP, aunque en los tiempos en los que ETA golpeaba brutalmente fue el referente más sólido por plantar cara con más fuerza al terrorismo.

Hoy, con ETA desarticulada y un PNV convertido en muleta de diferentes gobiernos centrales a cambio de concesiones políticas y económicas, el voto conservador y centrista es mayoritariamente para los jeltzales. Por tanto, el PP no lo tiene fácil sea quien sea su cabeza de cartel, pacte o no pacte con Cs.

Las elecciones en Cataluña no son tan inmediatas, pero Torra advirtió de que las convocaría en cuanto el Supremo se pronunciara sobre su presidencia, lo que va para largo. Hay fórmulas para trasladar la decisión al Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, pero de momento siguen en el Supremo. No se sabe por tanto cuándo se van a celebrar esas elecciones, pero hoy no se ve excesivo entusiasmo en el PP catalán para llegar a acuerdos con Cs.

La formación naranja ya no puede presumir de los 36 escaños frente a los cuatro del PP en los anteriores comicios autonómicos. La media de los sondeos apuntan a 13 para Cs y 9 para PP. En las últimas generales, los populares quedaron por encima de Cs, que fue el octavo partido.

La marcha de Inés Arrimadas a Madrid ha dejado a su formación dividida. Carlos Carrizosa es quien manda y su candidato es Nacho Martín Blanco, pero un sector importante de Cs en Cataluña prefiere a Lorena Roldán y las espadas están más en alto de lo que le gustaría a Arrimadas. Por otra parte, al popular Alejandro Fernández, un hombre en alza, le molesta el eterno discurso riverista de Cs, de presión constante al PP y a su supuesta derechización. Su opinión es que si Arrimadas regresara a la política catalana y presentara su candidatura a la Generalitat, el PP la apoyaría, pero si hay que elegir a Martín Blanco o Roldán, el PP prefiere presentar a su propio candidato.

Fernández ha hablado del tema con Cs, aunque de manera absolutamente informal "para cambiar impresiones con Roldán y con Carrizosa, pero ni han sido negociaciones ni nada de nada". Como otros dirigentes de su partido, cree que un acuerdo con Cs sólo será efectivo si tiene alcance nacional.

O tres o nada

El pacto está en un claro estado de deterioro, aunque hace una semana se consideraba posible, incluso probable. La situación de Cs no es tan saludable como se pensaba, ninguna de las cuentas en el PP demuestran que se incrementaría el número de escaños de forma notable y además en el bando popular crece la sensación de que la oferta de Arrimadas es interesada, porque conoce mejor que nadie cómo es la situación de su partido. No ayuda que se hayan escuchado voces de Cs que cuestionan el acuerdo con el PP porque creen que derechiza un partido que se considera profundamente centrista, y desde luego no ayuda el tuit de Girauta de hace unos meses, que el PP de Galicia no olvida: "Feijóo habla como un nacionalista, discrimina el castellano como un nacionalista, ningunea a Cs como un nacionalista, tiene amistades peligrosas como un nacionalista y gobierna como un nacionalista. ¿Qué es Feijóo? En efecto".

Por otra parte, las interioridades de Cs son de dominio público. Hay tensiones que minan su estabilidad, algunas voces más sólidas están fuera del partido, la habitual lucha por el poder previo a un congreso ha pillado a Cs con las elecciones a la vuelta de la esquina –se estudia la posibilidad de aplazar el congreso hasta después de las vascas y gallegas– y desde Valladolid Francisco Igea cuestiona algunas decisiones de Arrimadas, no descarta presentar su candidatura y ha provocado fisuras. Se está viviendo una situación curiosa: todo el mundo coincide en que Arrimadas es la más indicada para presidir el partido... pero se incrementa el número de militantes que piensa que Igea tiene razón.

Así las cosas, en Ciudadanos se comprende que la gente del PP en Cataluña, Galicia y País Vasco den vueltas a la eficacia de un pacto con la formación naranja en sus elecciones autonómicas. Cosa distinta es que se plantee en el futuro un acuerdo nacional para concurrir juntos a las elecciones generales, con España Suma como propone Casado o Mejor Unidos como aspira Arrimadas. Pero, de momento, el intento de ese pacto parece fracasado.

Ya lo dijo Arrimadas: o acuerdo en las tres comunidades autonómicas o en ninguna. Va a ser en ninguna. En el futuro, prácticamente se pude apostar a que habrá pacto nacional.

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