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Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

El 'cornetti' está de luto en el Arenal

Se nos fue Massimo Sardelli y ya no disfrutaremos más de su estilo personal al recitar los platos fuera de carta

El 'cornetti' está de luto en el arenal

El 'cornetti' está de luto en el arenal

No oiremos más su acento italiano al explicar los platos fuera de carta, ni le pediremos más grissinis, esos adictivos palitos de pan. Asumió el reto de ofrecer cocina italiana de alto nivel, por lo que no cabían las pizzas en la carta, lo que había que explicarle reiteradamente a muchos clientes. Se nos ha ido Massimo Sardelli, el del restaurante Porta Rossa del Arenal, donde lo mismo te encontrabas a la portavoz municipal de Podemos en el Ayuntamiento que a la duquesa de Alba, al cura Chamizo que al escritor Antonio Burgos, al vicepresidente del Gobierno Javier Arenas que al periodista Jesús Vigorra con Moeckel.

El negocio captaba y esperamos que siga atrayendo a públicos muy diversos y de todas las edades. Esta oferta de cocina italiana, asequible y que siempre sacia a corto plazo, se hizo con un hueco importante en pleno centro de la ciudad, demostrando que lo nuevo en Sevilla perdura cuando es auténtico. No tuvo que poner cabezas de toros, ni pizarras con letras de colores para anunciar las sugerencias del día, ni ofrecer a los postres una carta de ginebras pretenciosas. Ni siquiera exhibía una decoración estupenda. Nunca le ha hecho falta. Las claves son la sencillez, cordialidad, diligencia, amabilidad y, por encima de todo, una carta de platos bien elaborados. Se nos fue Massimo y se quedó una duda en al aire tras casi treinta años. ¿Por qué no está el cornetti en la carta si siempre es ofrecido fuera de ella? Tal vez para que nos explicara de viva voz su composición, con el espárrago y la salsa, en una plática personalizada, detallista y afable que lo mismo te hacía él que Piru Balón, su socio y amigo. Hoy veo a Massimo explicándome, cómo no, que está el cornetti fuera de carta, como lo está en los meses de verano esa ensalada con tomate cortadito en trozos muy pequeños, o un plato de pasta con trufa.

Y, como siempre, el chupito de limoncello que tanto le gusta a Jaime Bretón. Está el cornetti de luto, como lo está la bisteca a la florentina o esas pizzas diminutas, del tamaño idóneo para un canapé, que cumplen la función de entrantes con las que la casa recibe a su clientela. Massimo entró en Sevilla, triunfó en la ciudad con su restaurante, consolidó su negocio, se ganó el respeto y el cariño de la gente, de las familias que acudían a su casa a celebrar sus encuentros, de los amantes de los quesos italianos, de los directivos de las empresas, de los profesionales liberales, de sacerdotes y descreídos. Volveré para pedirle a Piru el cornetti, preguntarle cuánto hace que no se deja ver Arenas por el local y sugerirle que hay que meter en carta el limoncello elaborado con los cítricos del Alcázar. Maridaría bien con la tarta de pera.

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