La crisis perpetua

¿Ha entrado el mundo en una convulsión permanente o estamos ante el incesante cambio de siempre?

17 de marzo 2023 - 00:01

CRECIMOS en la idea cuasi religiosa de las crisis cíclicas del capitalismo. El capitalismo era una especie de gran y deforme animal que sufría enfermedades periódicas de las que, para desesperación de sus enemigos, salía purificado. Se rastrea en esta idea algo del tiempo circular de los antiguos, como si el sistema fuese una de esas espirales que el hombre primitivo nos dejó en herencia para gozo de arqueólogos y parapsicólogos.

Estas crisis del capitalismo eran marcadores históricos con sus propios nombres: la Burbuja de los Tulipanes, en el XVII holandés; El Crack del 29; La Crisis del Petróleo, con España en plena Transición; la Crisis de las Subprime... Acotarlo en el tiempo y ponerle nombre ya es una manera de conjurar el maleficio.

Estos días empiezan a llegar noticias inquietantes sobre una crisis bancaria general. Muchos políticos y especialistas se han apresurado a quitarle hierro al asunto. Y probablemente tengan razón. O no. Uno no puede olvidar los dorados días de aquel agosto de 2007 en que empezó a leer los titulares de una crisis económica en EEUU. Fue un hermoso y soleado verano en San Sebastián. Todos los días nadábamos desde la playa de Ondarreta hasta la Isla de Santa Clara. Por la noche veíamos los fuegos artificiales y comíamos helados. Nadie nos avisó de que éramos dinosaurios a los que le iba a caer en breve un meteorito en la cabeza. El resto de la historia ya la conocen. A muchos les cambió la vida para siempre y el país se depreció a unos niveles que no solemos recordar para no añadir sal a la herida.

Antes, las teorías de Fukuyama, con su final de la historia y su advenimiento de la utopía liberal-demócrata, habían saltado por los aires junto a las Torres Gemelas. Después vino la crisis pandémica, que volvió a desempolvar el temor a las enfermedades infecciosas y las danzas de la muerte bajomedievales... Y ahora Ucrania, que no es más que el primer acto del gran drama chino que vamos a presenciar en los próximos lustros.

Definitivamente, da la impresión de que el mundo ha entrado en una crisis perpetua, como si hubiese un fallo de sistema en la historia que le obligase a reproducir aceleradamente todo tipo de conflictos. O quizás esta es una visión imperdonablemente ingenua y la historia siempre fue esto, incesante cambio y convulsión; pura e infinita incertidumbre, ahora y en los crueles años de Asurnasirpal II.

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