Manuel Barea

El disidente hispalense

Un día en la vida

Podrá presumir de ser todo lo díscolo que quiera, pero siempre lo hará con esas 'muy sevillanas maneras'

14 de octubre 2019 - 02:30

En Sevilla se puede emerger del subsuelo, asomar la cabeza, ver el plan, oler el ambiente, dar un garbeo con aire casi evanescente -o flotante-, y con una acertada campaña de marketing, y contactos, buenos contactos claro, hacer caja. Después se regresa con los beneficios al subterráneo. Mullido. Con la última moda en confort underground. Desde abajo -o desde muy arriba, por lo menos por encima del hombro-, el disidente seguirá observando, atento pero impasible. Distante, faltaría más. Inmune a lo comunitario. Más temprano que tarde, el timbre de la puerta sonará (o la pantalla del móvil se encenderá). La sociedad local, la Sevilla oficial reclama a su disidente oficial. Por ejemplo, para un "pregón alternativo".

Que haga acto de presencia, que la peña necesita disidencia.

Que ejerza para solaz de adaptados y acomodados. Y después, que sea aplaudido. ¿Y abucheado? Es deseable que casi siempre ocurra lo primero. Es esencial para el negocio (por muy discordante que sea). De lo segundo, dosis muy medidas para contrarrestar el "qué pedazo de disidente tenemos" tan propio de la Sevilla Superlativa. El sahumerio acaba con el invento. Tiene que haber un encantamiento social a la par que discreto con el distinto. Que también factura. Será disidente, pero tiene un hígado al que dar de beber y un estómago al que dar de comer. Y tal vez unos pulmones a los que insuflar nicotina. Y hasta un cerebro que expandir o laxar con psicotrópicos. Nada de esto es gratis. Aquí no hay discrepancia que valga. El disidente no puede disentir de pagar en la cola del supermercado ni en el estanco ni a su camello.

Sevilla tiene su censo de outsiders. Los necesita. Su Departamento de Recursos Humanos Sevillanos los tiene muy considerados. A los disidentes vivos y a los que los precedieron. A éstos se les adora en un Santoral de la Rebeldía. Los Santos Disidentes Difuntos. Gozaron y sufrieron la ciudad de otra forma. De esa forma que les gustaría al resto, pero no tiene ni el coraje -o la jeta-, o la grasia o la malaje "tan artística" que dicen aquí que hay que tener como un signo de distinción que los demás alaban, elogian y hasta envidian (no me pregunten por qué). Vivos en la memoria. Añorados. Los disidentes también palman. Es un engorro que no disientan de hacerlo. Esa categoría marginal o rebelde está certificada en la ventanilla de la Oficina de Sevillanía-Sección Alternativa, que compulsa periódicamente el carné de Disidente Hispalense y avala su condición de discrepante, displicente, disgustado, distraído, puede que hasta disfuncional... ¡Pero nunca desafecto! Muy al contrario. Podrá presumir este disidente de carné de todo lo díscolo que quiera. Pero se le ve el dobladillo: el disidente hispalense lo es guardando siempre esas muy sevillanas maneras.

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