Ismael / Yebra

La 'donna inmobile'

Sine die

12 de noviembre 2015 - 01:00

NO me refiero a la famosa aria de Rigoletto que, por si alguien no lo sabe, se escribe la donna è mobile, que quiere decir la mujer es voluble. Sin duda, el autor del libreto tendría problemas en la actualidad y habría tenido que sustituir el adjetivo voluble por otro políticamente más correcto: frívola, inconstante o versátil. La dama inmóvil a la que me refiero es la ciudad en la que nací, en la que vivo, he vivido siempre y en la que me gustaría permanecer lo que me quede de vida. Femenina donde las haya, posee ese don de embaucar del que disponen las damas distinguidas, de la misma manera que es dueña de una soberbia y una desidia dignas de la peor versión de las señoras de alta alcurnia.

Como una dama fin de siècle, pasa horas y horas mirándose al espejo, acicalándose, cubriendo sus manchas con polvos coloreados, pintando sus labios con un carmín encendido y simulando la mirada con falso rimmel londinense. Ya está vieja, y ella lo sabe, pero no quiere parecer una fulana barata de Montmatre ni puede competir con las lujosas de Montparnasse. Se conforma con la apariencia, con seducir al primer Casanova que se le acerque, mientras expone en la altana sus cabellos al sol esperando que adquirieran el color rubio de las muchachas en flor.

Se hacía eco el pasado domingo nuestro director del informe realizado por los Ingenieros de Caminos de la Ilustre Dama, acerca del atasco en el que se encontraban obras como la ampliación del metro o la nueva circunvalación. Creo que ello se debe a la desidia ciudadana, al conformismo y a la astucia de los gobernantes que prefieren atender las necesidades de otras ciudades más reivindicativas o a aquellas en las que peligra la conservación del poder. Nuestra dama se conforma con que la piropeen y le recuerden glorias pasadas, como si la belleza no fuese una cosa que se va perdiendo con los años. En tanto otras, con toda justicia, inauguran museos, puentes gigantescos sobre el mar o nuevas líneas de metro, la Gran Dama ve cómo su museo arqueológico se debate en la ruina, su pinacoteca espera desde hace años una ampliación y bibliotecas públicas siguen cerradas. A todo esto permanece ajena. Sus grandes problemas parecen ser la reordenación de la Madrugá, la titularidad de las casetas de feria y la organización de pasacalles con bandas de música vestidas con uniformes de opereta. No hay duda: es una donna inmobile.

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