Pilar / Cernuda

¿El elefante blanco?

Crónica Personal

03 de diciembre 2013 - 01:00

SE ha muerto el general Armada llevándose a la tumba los más importantes secretos de la trastienda del golpe del 23 de febrero. Se ha muerto sin señalar a nadie, sin dar nombres de organizadores ni culpables, sin despejar incógnitas. Se ha muerto sin que se haya puesto nombre y apellido al "elefante blanco", que supuestamente iba a presidir el Gobierno tras el golpe. Algunos investigadores afirman que ese hombre era el general Armada, otros que el general Milans del Bosh, unos terceros que el general De Santiago. Armada, sin embargo, siempre negó su participación en el golpe, ni siquiera en su preparación, y tanto en el juicio como en las escasas entrevistas que mantuvo después afirmó que había acudido al Congreso de los Diputados con autorización de su jefe inmediato el general Gabeiras, jefe del Estado Mayor del Ejército, y para ofrecerse como promotor de un gobierno de salvación nacional que permitiera poner punto final a la intentona.

Al general Armada, hombre de la máxima confianza de don Juan Carlos, sus adversarios le han acusado de utilizar el nombre del Rey en aquella intentona; también lo ha desmentido siempre a pesar de que hubo un general, Juste, que llamó a Zarzuela aquella noche para preguntar si ya se encontraba allí Armada. "Ni está ni se le espera", le respondió un mosqueado Fernández Campo. Fue condenado a 30 años de prisión en un macrojuicio en el que recibió el desdén de sus compañeros de milicia, e indultado por el Gobierno de Felipe González a finales de los 80 por razones de salud y porque había dado muestras sobradas de acatamiento a la Constitución. Ha escrito un libro de memorias que no gustó a los golpistas porque negaba su participación en la intentona, ni tampoco gustó a quienes siempre le tuvieron como personaje clave del golpe, porque desmontaba la idea de que él formara parte de la conspiración.

Se ha llevado importantes secretos al más allá. Por ejemplo, sobre las conversaciones entre ciertos dirigentes políticos y altos jefes militares en las que se daban vueltas a la necesidad de un gobierno de concentración, o sobre los datos que pudiera tener sobre un golpe mejor preparado y de mayor envergadura que el de Tejero y que se vino abajo precisamente porque se adelantó el del teniente coronel de la Guardia Civil. Ha guardado sólo para él si el Cesid estaba al tanto de aquellos preparativos y los abortó, o si lo alentaron algunos de los miembros de los servicios secretos.

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