Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

El 28-F y la épica

La autonomía andaluza se convirtió a partir del 28-F en una construcción hecha por el PSOE a su medida

Cuando los padres fundadores de la autonomía decidieron que el 28 de febrero fuera el Día de Andalucía en conmemoración del referéndum de 1980 y no el 4 de diciembre, fecha en la que en 1977 cientos de miles de andaluces abarrotaron las calles para exigir un autogobierno como el que iban a tener vascos y catalanes, hicieron una elección cuando menos curiosa. El 4-D fue un éxito sin aristas, empañado sólo por los disparos que terminaron con la vida del joven García Caparrós en Málaga. De hecho, fue la plasmación de un movimiento popular que hasta entonces había estado aletargado y que puso encima de la mesa de la naciente democracia española que no era el momento de privilegios territoriales. Las consecuencias, como es hoy evidente, fueron enormes. En cambio, el referéndum del 28 de febrero se vivió aquel día como un fracaso. En el Casino de la Exposición de Sevilla, que era donde se estableció el centro de recepción de las votaciones, había aquella madrugada un enorme sentimiento de frustración porque ni en Almería ni, en principio, tampoco en Jaén se había conseguido el nivel requerido de síes. Lo que se gritaba aquella noche en el casino y en sus alrededores eran eslóganes pidiendo la cabeza de Suárez y que los diputados andaluces abandonaran el recién estrenado Congreso de los Diputados. Luego, cuando UCD se dio cuenta del disparate, la cosa se arregló en los despachos y en complicadas negociaciones políticas. A partir de ahí se construyó una épica en torno a un pueblo que se rebelaba contra la imposición centralista. Épica que sigue vigente mientras que la fecha fundacional de la conciencia andaluza, que fue el 4 de diciembre, duerme en el polvoriento archivo del olvido.

¿Qué fue lo que pasó para que una fecha se superpusiera a la otra? Básicamente entraron en juego factores de política partidista. El 4 de diciembre lo rentabilizó una fuerza, el Partido Andalucista, que empezó a subir como la espuma. De no existir pasó en 1979 a enviar cinco diputados al Congreso y a ocupar alcaldías tan emblemáticas como la de Sevilla. El 28 de febrero fue, en cambio, un pulso de poder entre una UCD que se empezaba a agrietar y un PSOE que empujaba para desplazar lo más pronto posible a los protagonistas del arranque de la transición. La jugada del 28-F le salió redonda, en ese sentido, a Felipe González y Alfonso Guerra y UCD escribió ese día las primeras líneas de su certificado de defunción.

La autonomía andaluza se convirtió a partir de entonces en una construcción hecha por el PSOE a su medida, lo que le permitió gobernarla desde 1982 hasta las elecciones de 2018. Y su épica se construyó también a la medida de los que mandaban. Incluso sus mitos. El 28-F es el principal de ellos. Hoy se celebra todo esto.

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