EL presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, no se pudo reprimir y ya hace días que anunció buenas noticias en relación con el paro, el problema más grave de España. Ayer se hicieron oficialmente públicas: el desempleo registrado se redujo durante el mes de mayo en 98.265 personas, ascendiendo a 134.660 el número de ocupados con afiliación a la Seguridad Social. Supone el mejor mes de mayo a efectos de empleo en los últimos dieciséis años. El paro bajó en todas las comunidades autónomas con excepción de Canarias, siendo Andalucía la que arrojó una mayor caída en términos absolutos (más de 26.000 empleados), pero no en porcentaje. Aunque el descenso implicó a todos los sectores económicos, fue más elevado en la hostelería, lo que confirma el carácter estacional de la bajada, ya que en mayo se suelen formalizar tradicionalmente más contratos de trabajo de cara a la temporada turística. Este matiz relativiza una noticia que es en sí misma positiva, aparte de confirmarse la disminución constante del porcentaje de contratos que tienen carácter temporal. Los datos conocidos ayer han sido recibidos por todos los agentes políticos y sociales con una mezcla de esperanza y prudencia. El propio Gobierno, aunque ha hablado de novedades claramente esperanzadoras (en expresión de la ministra de Empleo) e indicativas de que "estamos en el camino de la salida de la crisis", no ha dejado de subrayar la necesidad de ser prudentes y cautelosos, precisamente por el carácter coyuntural de la mejora. Los expertos, por su parte, insisten en que no se deben lanzar las campanas al vuelo, ya que aún es pronto para constatar que se ha producido un cambio profundo de tendencia y, por otra parte, es difícil que se genere empleo duradero en el contexto actual de recesión, incertidumbre y escasez de crédito para la actividad empresarial. En cualquier caso, es evidente que, en términos políticos, el paro registrado en mayo -que sigue sin tener en cuenta a los parados a los que el desánimo ha llevado a emigrar o a no pasar por el Inem- supone un respiro de alivio para el Gobierno, que de alguna manera ve refrendada parcialmente su política y consolidado su planteamiento de que los sacrificios y las reformas impulsadas van a ser seguidos del saneamiento de la economía y de su reactivación paulatina. Hace falta, de todos modos, no desistir de los esfuerzos y medidas destinadas a que el sistema productivo español sea saneado y prepare las condiciones para sumarse al tren del crecimiento que parece abrirse paso en la Unión Europea, una vez que varios de sus principales dirigentes comienzan a considerar que la austeridad sin estímulos nos condena a la recesión.

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