Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Durante las vacaciones, uno de los placeres que se concedía a sí mismo consistía en no tener que preparar el desayuno, sino que bajaba todos los días al bar de la esquina y allí pedía un zumo de naranja, el café descafeinado y un pan tierno y caliente acompañado de aceite y tomate triturado con el que despertar al estómago. Y mientras disfrutaba de no tener prisa por acudir a ningún lado, ni una corbata que le apretase el cuello, leía el periódico en papel con tranquilidad, lo que le hacía fijarse en algo más que los titulares, descubriendo temas y comentarios para los que rara vez tenía tiempo el resto del año. A su lado, sentada en la barra, una mujer mayor hacía algo similar, aunque parecía estar enfadada y no gozar del momento como era su caso. Se dirigió a ella en busca de conversación, e interesado en encontrarse con alguien con quien compartir el desgraciadamente cada vez menor placer de los periódicos en papel. Pero como respuesta sólo recibió un altivo desprecio y una frase dejándole claro que ella no tenía interés alguno en entablar conversación sobre Gaza, Trump, Sánchez o los fichajes del Real Madrid. “Yo fui periodista”, le dijo como indicándole que pertenecía a una casta superior, y que por tanto se olvidara de dirigirle la palabra. Se levantó y se fue en dirección al baño. Una camarera que escuchó lo sucedido, le explicó en tono amable: “Es una desagradable y está amargada, no le dé usted importancia, no soporta lo que lee, ni la edad que tiene “.
Cuando volvió del servicio, la ex periodista preguntó altanera por quien había urgido en su periódico, puesto que alguien sentado al lado de su silla lo había hecho al ver que el diario de papel estaba abandonado y abierto. Era una joven que se disculpó, pero la cabreada ex redactora cogió el periódico, se levantó airada y se fue fingiendo una falsa y digna autoridad. La joven sorprendida por un cabreo tan innecesario, exclamó sonriente: “Esta se ha creído que lleva entre sus manos un original de la Biblia”. Y él la miró pensando que leer la prensa por las mañanas es como despertar al lado de alguien que te quiere, te habla y escucha. Pero que hay periodistas convencidos de que su papel consiste en redactar las tablas de Moisés.
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