Rafael Salgueiro

El 'fracking' y la formación de opinión

Esta técnica de extracción de hidrocarburos no convencionales está cosechando críticas y opositores, pero sería una irresponsabilidad renunciar al gas de esquisto del subsuelo español

14 de abril 2013 - 01:00

DURANTE esta semana han aparecido varias noticias relacionadas con la técnica de extracción de hidrocarburos no convencionales denominada fracking, una abreviatura en inglés que significa "fracturación hidráulica" y que consiste en la combinación de una técnica de muy reciente dominio, los sondeos o perforaciones horizontales a gran profundidad, con la capacidad del agua para trasladar presión con una gran eficacia. A ello se unen los progresos en la prospección y modelización geológicas y conjuntamente permiten el aprovechamiento de los hidrocarburos que no se han desplazado de la roca madre sobre la que se formaron. Su nombre usual, shalegas o gas de esquisto hace referencia a esto.

Como es natural han surgido dudas ambientales sobre esta técnica y como es habitual han emergido opositores al aprovechamiento de este gas, que tratan de contrarrestar las ventajas que pueda ofrecer el nuevo recurso. Pero al margen de la confianza innata que el lector tenga en los gobiernos, en las empresas, en los procedimientos de prevención ambiental y en la intención de las organizaciones ambientalistas, nos encontramos con un caso bastante singular. Por un lado, se están definiendo con toda rapidez las buenas prácticas de obligado cumplimiento y, por otro, gracias a internet, cualquier persona puede formarse su propia opinión sobre este asunto, sin tener que confiarse a "la palabra de dios" pronunciada por un activista ambiental. Por ejemplo, en el undécimo Congreso Nacional de Medio Ambiente se presentó la ponencia "El gas natural no convencional", firmada por Juan García Portero (Colegio Oficial de Geólogos), que presenta a este recurso como un puente eficaz hacia el deseable futuro sostenible (www.conama2012.conama.org). El Consejo Superior de Colegios de Ingenieros de Minas (http://ingenierosdeminas.org) ofrece el informe "Gas no convencional en España, una oportunidad de futuro", dirigido por los catedráticos Cámara Rascón y Pendás Fernández que resulta de lectura obligada por la amplitud de aspectos que aborda y la sinceridad de la exposición. La plataforma www.shalegasespana.es es un excelente repositorio de información, abierto a las consultas de los interesados. Debo reseñar también el documental contrario al fracking: "Gasland" de Josh Fox. En mi opinión personal, es discutible porque está filmado con más pasión que rigor, aunque quede muy bonito contemplar un fuego fatuo en un lavabo doméstico.

En las siguientes líneas discuto algunas de las críticas más frecuentes hacia el fracking, partiendo de la lectura de los documentos y publicaciones que están al alcance de cualquier interesado. Dado que no soy especialista en este campo -ni en ningún otro-, estoy seguro de que cualquiera de los críticos puede reconstruir y, desde luego, rebatir, cualquiera de mis argumentos.

Una de las críticas frecuentes es el consumo de agua, que haría inadecuada esta técnica allí donde ésta fuere escasa. Según la experiencia son necesarios entre 10.000 y 20.000 m(3) para la operación; admitamos incluso 30.000 m(3). ¿Es mucha agua? Pues depende de la comparación que hagamos. Esos 10.000 m(3) son, por ejemplo, los que utiliza una persona en Sevilla a lo largo de 182 años, pero es también el volumen promedio que el sistema de Emasesa ha entregado al estuario del Guadalquivir cada hora en 2012, con lo cual en tres horas habríamos asegurado la explotación de un pozo. Sigamos con las comparaciones inconvenientes. Según la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir la asignación para el cultivo de arroz es de 12.000 m(3)/ha, lo cual significaría, si fuese posible, que con no regar tres hectáreas aprovecharíamos un pozo, si bien tendríamos que renunciar a una producción que puede valorarse en unos 7.000 euros. Pero la realidad es todavía más cruda: los pantanos de la provincia de Sevilla estaban desembalsando la semana pasada a razón de 981 m(3) por segundo, lo cual quiere decir, si se admite la equivalencia, que en medio minuto tendríamos el mayor volumen señalado antes. Es obvio que el agua está donde está y no siempre se puede trasladar, pero es igualmente obvio que, sin precisar un lugar concreto de explotación, oponerse al fracking con el argumento del consumo de agua no es más que una simpleza, por decirlo suavemente. Y en cuanto a los usos alternativos, salvo el consumo humano, me temo que no hay comparación que se pueda sostener.

Relacionada también con el agua se menciona la afección a acuíferos que sirven al consumo humano, lo cual no dejaría de ser un fenómeno físico extraordinario: el agua inyectada a más de 3.000 metros de profundidad sería capaz de ascender por sí misma hasta unos 400 metros, el límite de las captaciones subterráneas. Claro que hay agua a mayor profundidad, pero ésta tiene tal contenido en sales que la hace inaprovechable. Tampoco es muy consistente el argumento de que un sondeo dañe a un acuífero aprovechable al atravesarlo porque, precisamente, las técnicas de recubrimiento para evitar la intrusión de agua (o el escape del hidrocarburo) son algo muy bien desarrollado desde hace muchos años.

Se critica también el potencial de generación de pequeños sismos y es cierto que se produjo un caso en Gran Bretaña, al coincidir un sondeo con una falla que no había sido identificada por un insuficiente estudio geológico. Pero esto no se puede utilizar como caso general, ya que la gran mayoría de las fracturas que se producen son de un tamaño minúsculo e incluso microscópico. No hace poco algunos ciudadanos jiennenses se alarmaron por una larga serie de pequeños sismos y no dudaron en achacarlos a las actividades de investigación que se realizan próximas a Torredonjimeno, pero lo bueno del caso es que el investigador no ha comenzado el fracking todavía…

Otro argumento que se aduce es el de la inyección de químicos en el subsuelo, junto con la arena y el agua. Ya sabemos que "químico=malo" es una asociación inevitable, pero hay que reparar en dos extremos. Tales sustancias están sujetas a la directiva Reach, que no permite la liberación de químicos si no se conocen sus efectos en el medio ambiente. El segundo es que se trata de sustancias bastante corrientes: surfactantes, ácido clorhídrico, ácido cítrico, biocidas y otros de "gran peligrosidad" similar. Algo parecido se podría decir sobre la radioactividad alguna vez detectada en las aguas de retorno: es de origen natural, liberada por la roca y de bajísima intensidad ya que no se incorporan dispositivos radiactivos en la operación de un pozo.

Finalmente tenemos las emisiones del metano no aprovechado, un gas de efecto invernadero. Se producirán, sin duda, aunque el operador se ocupe de que sean las menores posibles por la cuenta que le tiene y, a buen seguro, serán muchísimo menores que las que se producen cada día en el vertedero de RU más próximo al campo de operación.

Estos argumentos que expongo son perfectamente refutables, como es debido, pero el problema de fondo en la oposición al fracking no son las razones técnicas. El problema para muchos es que los hidrocarburos no convencionales van a golpear duramente a algunas creencias que sustentan el paradigma energético actual. Entre ellas las del agotamiento próximo de los hidrocarburos y su precio inevitablemente creciente, lo cual reclama una sustitución acelerada por fuentes renovables a cualquier precio. Se aleja todavía más el escenario de la escasez mundial de energía dibujado varias veces desde los años setenta y no sólo por los nuevos aprovechamientos: las reservas de hidrocarburos convencionales económicamente explotables -aunque decirlo así es una redundancia- son, a los consumos actuales, mayores que las de 1980 al ritmo de consumo de entonces. Y en el caso español se suma la escasez de energía primaria que padecemos (ojalá "padecimos") con lo cual las renovables son valiosas porque reducen el gasto en importaciones de energía, aunque evitando reconocer que a cambio hemos importado una gran cantidad de créditos.

Claro que siempre queda el gran argumento definitivo: el calentamiento global de origen antropogénico al que, claro está, contribuirá la combustión de metano. Pero ante ello los españoles deberíamos reparar en dos extremos: utilizamos una fracción muy pequeña y decreciente de la energía primaria consumida en el mundo, con lo cual nuestra contribución a la reducción global de emisiones es cada vez más irrelevante. Sin embargo, para lograrlo hemos destinado al Régimen Especial de producción de energía eléctrica 8.500 millones de euros en 2012 en forma de primas (cogeneración, 24% y renovables, 76%). ¿Qué significa esto? Pues lisa y llanamente que España es una economía que irá dedicando cada año más dinero a subvencionar generación eléctrica ineficiente -con matices según tecnologías- que a la totalidad del gasto público en investigación y desarrollo. Frente a todo ello sería una grave irresponsabilidad renunciar al gas de esquisto que pueda contener el subsuelo español. Esperemos que sea abundante.

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