
La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Los palcos, el otro éxito del festival Icónica de Sevilla
Hace mucho tiempo que la relación entre las distintas instituciones del Estado ha dejado de ser institucional. Basta con que quienes las representan y encarnan por voluntad popular pertenezcan a partidos distintos para que se impregnen de tal grado de sectarismo que las usan –las instituciones– para la lucha política. Olvidan aposta que dirigen organismos públicos orientados, según la ley, al servicio de los ciudadanos todos –no sólo los que les votaron en cada caso– y utilizan sus cargos para la confrontación con los adversarios que controlan otras instancias de poder. Eluden sus compromisos y juramentos de la toma de posesión para dedicar sus mayores energías a combatir a los otros. A ganarles el relato, que dice algún cursi, a desgastar al contrario ninguneando su gestión y haciendo autobombo de la propia.
Hace poco se ha vivido un episodio chusco de esta confrontación entre la Junta de Andalucía y el Gobierno de la nación. La Junta anunció un plan de gratuidad del transporte público para menores de 14 años, pero se le “pasó” mencionar en su propaganda que en realidad el dinero para tan benemérito programa procedía del Estado. Lo aportaba el Gobierno. Al ninguneo mezquino del Ejecutivo autonómico respondió el ministro de Transportes, Óscar Puente –a bueno fueron a incordiar...–, retirando los fondos comprometidos, como si fueran suyos y no del Estado que ayuda a menores en situación precaria. Al final la Junta zanjó el ridículo conflicto financiando ella misma el plan, que realmente tampoco es que fuera muy gravoso.
Junta y Gobierno, Gobierno y Junta, rivalizan en estas prácticas ridículas. Son como pellizcos de monja que resultan menos perniciosos para el que los sufre en cada momento que para la política en general y quienes la ejercen como oficio de larga duración. Se inauguran proyectos terminados sin invitar a los que las financian, se colocan carteles anunciadores de obras en los que la institución “enemiga” –que también aporta fondos– no aparece reflejada o figura en letra pequeña, se retuercen los códigos protocolarios para que los dos rivales en la Junta –el que está y la que quiere estar– queden mejor situados en los actos públicos en los que coincidan, se utilizan con descaro las televisiones que manejan para desplegar y potenciar mensaje e imagen de cada líder y ningunear o deteriorar los del adversario...
Y luego dicen que la gente pasa de política y desconfía de los políticos.
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