La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Sánchez entra en los templos cuando quiere
Los alcaldes, presidentes de diputaciones, concejales y diputados provinciales se tienen que ceñir a dejar ciudades y pueblos mejores de lo que estaban al principio del mandato. No hay más. No es poco. Y lo es todo. Se trata fundamentalmente de que los servicios básicos funcionen. La base de todo está en esos servicios. Demasiadas veces se han lanzado a sacar proyectos megalómanos en los que se ha tirado un precioso dinero público, sobre todo en los años previos a la crisis económica de 2008. Observatorios de estulticias, centros de interpretación, museos injustificados, reformas urbanísticas sin criterio que han regado de espacios inhóspitos muchos municipios, letreros fastuosos en las entradas de la localidad como si fueran sucursales de Hollywood, contrataciones de artistas para la gloria efímera de unas horas en la feria... Fueron los años del cuerno de la abundancia que derivaron en una etapa de austeridad de triste recuerdo, en las leyes de contención del gasto, en la tasa de reposición cero de los empleados públicos, en la vigilancia estricta de las cuentas municipales, en la fiscalización de los plazos de pago a proveedores y el control de la deuda. Recordaba todo esto cuando Salomón Hachuel entrevistaba en la sede de la Diputación a su presidente, Javier Fernández, con motivo de un especial del Hoy por Hoy de Radio Sevilla. Fernández cumple dos años de mandato. Tiene claro ciertos criterios que ilustra siempre con ejemplos muy oportunos. Un vecino de la Sierra Morena tiene que beber un agua de la misma calidad que el de la capital o el del Aljarafe. Una vivienda de promoción pública no puede costar 360.000 euros. Y el que más nos gustó: algo falla si hay una pista de pádel y justo al lado un camión cisterna que procura que no falte agua a los habitantes de ese pueblo. Y así es. Lo primero son los servicios básicos. Y añadimos la cantidad de pueblos en los que se va la luz con frecuencia, se pierde la conexión de los teléfonos móviles y la señal de televisión, hay pocas líneas de autobuses y hasta hay horas sin un policía local.
Fue tremendo el dinero que se tiró en pistas de pádel, sirva como ejemplo icónico del despilfarro, en lugar de en las redes de suministro e infraestructuras. Pero en aquellos años se buscó la foto, el corte de la cinta, el titular... Nadie firmaba convenios para fomentar el uso compartido de un polideportivo en una misma comarca, sino que cada alcalde quería inaugurar el suyo por pocos vecinos que tuviera. El ejemplo de la pista de pádel y el camión cisterna es una de las grandes verdades que hemos oído recientemente. No encaja, por fortuna, con el populismo imperante. Por eso se agradece como el agua fresca. Que sea siempre el criterio. Luz, transporte, colegios acondicionados, pavimentos en buen estado de conservación, calles limpias, la seguridad y acaso la piscina municipal que se agradece en la Andalucía del calor... No se metan en el pádel si falla alguno de los servicios referidos. Que además con el pádel sufren mucho las rodillas.
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