La ciudad y los días
Carlos Colón
Montero, Sánchez y el “vecino” Ábalos
Debe ser uno de los muchos efectos de un mundo globalizado donde las ciudades se parecen cada vez más por los comercios franquiciados, las publicidades de las multinacionales, los turistas zarrapastrosos, los azucarillos del café con las mismas frases motivadoras, etcétera. El sello propio se cotiza cada vez más caro. Y también es cierto que se valora menos, pues la sociedad busca la experiencia antes que la autenticidad, y la sensación antes que el conocimiento. Como no estaba ya la Avenida de la Constitución cargada de cachivaches (veladores, sombrillas, separadores, pizarras, el carril bici, el tranvía...), el Ayuntamiento ha colocado una ristra de bloques de hormigón para sostener los toldos que habrán de devolvernos la sombra hace veinte años arrebatada por la construcción del tranvía. Está claro que no basta con buena voluntad. ¡Más madera!, han gritado en Urbanismo. ¡Más obstáculos para el peatón!
Hagamos de la Avenida de la Constitución un trastero, un lugar desordenado, inhóspito y visualmente contaminado, cuando se supone que es la zona noble de la ciudad. Hagamos también un Berlín sevillano, con esos bloques de hormigón que evocan el impactante Museo del Holocausto situado muy cerca de la Puerta de Branderburgo. Sevilla es Berlín con sol, Berlín es Sevilla sin procesiones. Hormigón en bloques en pleno centro de la ciudad. No tenemos remedio. Somos un pueblo sufrido. Tragamos con todo. Por supuesto que este gobierno no tiene culpa de haberse encontrado con una Avenida sin sombra, pero sí la tiene de procurar una solución que crea nuevos problemas. Hemos esperado cincuenta años para tener una solitaria línea de Metro. Dos décadas después tendremos toldos a costa de sembrar la Avenida de horripilantes bloques de hormigón. La Sevilla de Pepe Gotera y Otilio si se suma el despropósito del pavimento que se tuvo que parchear para Semana Santa y del que ahora (¡cuidado, todos a rezar a San Onofre!) se anuncia el arreglo supuestamente definitivo. Esperemos que, al menos, los toldos generen una sombra generosa y que no salgan volando como ocurrió recientemente con los del Paseo del Marqués de Contadero. Los bloques de hormigón podrían ser reutilizados en la Semana Santa de las restricciones. ¿No se siguen usando los postes de la boda de la Infanta de 1995 con motivo de las grandes festividades? Un ejemplo, en vez de vallas a la salida de San Isidoro, que se levante una empalizada de bloques de hormigón. Ahí está la idea, gratis total. No se debe nada.
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