No hablo, pero enseño mis calzoncillos

Nos obligan a redactar para no dejarnos hablar a la hora de gestiones cotidianas. Hablar se ve como una intromisión

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Mensajes de WhatsApp
Mensajes de WhatsApp / M. G.

20 de octubre 2023 - 04:00

La sociedad de la hipercomunicación, la hiperconectividad, el hipercontrol remoto y todos los híper que usted se pueda imaginar, incluido por supuesto aquel Hipercor de los años ochenta con el cofre del tesoro que pegaba el sirenazo cuando se abría y generaba derecho a regalo (batería de cocina, lote de productos cárnicos o turrones en temporada) se niega directamente a hablar por teléfono. Generación mute se llama. Pero hay un grado todavía peor: se niega a atender por teléfono a un cliente. Todo tiene que ser por escrito, redactado de cualquier manera por supuesto. Del vuelva usted mañana de Larra al deje por escrito lo que desea que ya lo leeremos. Hay muchas gestiones que ya exigen directamente el uso del WhatsApp: solicitar los servicios de un fontanero, reservar una mesa en un restaurante, exponer un problema informático... Uno no tiene nada en contra de la escritura, pero sí en contra de que sea negada la mera posibilidad de hablar cuando no se trata precisamente de una charleta, sino de una gestión que se explica mejor y más rápido con el lenguaje oral que con el escrito. Entras en la página web de un Ayuntamiento y no te ofrecen un número de teléfono, sino el icono del WhatsApp. Echas de menos al robot.

¿Dónde estará el robot? “Para gestiones relacionadas con el pago de recibos, pulse uno. Para información sobre los talleres del distrito, pulse dos. Para información sobre convocatorias de plazas de peones de limpieza y otras ofertas de empleo público municipal, pulse tres. Para otras informaciones manténganse a la espera”. La mayoría nos quedamos a la espera hasta que el robot vuelve y entonces nos comunica que somos los undécimos en la cola de espera (“Usted tiene el puesto... once”) y con toda diligencia nos anuncia cuánto nos queda de suplicio (“El tiempo estimado de espera es de... nueve minutos”). La información se actualiza cada medio minuto aproximadamente de tal forma que los nueve minutos pueden pasar a ser doce y después bajar a siete. La suerte es que la banda sonora que ameniza la espera sea la del Concierto de Aranjuez con Narciso Yepes a la guitarra o cualquiera de las que suenan en el AVE antes del inicio del viaje en ese momento preciso en que el tipo que se va a sentar al otro lado del pasillo sube la maleta al estante superior y te enseña los calzoncillos con la marca escrita en mayúscula y justo a la altura de tu punto de vista. ¡Todos a escribir! Hablar es cosa de tiesos. “¿Puedo llamarte?”, hay que preguntar por escrito para no incomodar. Llamar es una agresión. No te hablo, pero te enseño mis calzoncillos. Al final todo es un torbellino de recuerdos y sensaciones. Que suene Yepes, don Narciso.

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