Mi homenaje a los médicos

Lo único bueno que ha traído esta pandemia ha sido la vuelta del reconocimiento que siempre tuvieron los médicos

19 de abril 2020 - 02:31

Veo una fotografía del Hospital Universitario Virgen Macarena. En un amplio salón de actos que permite a los médicos estar separados se está llevando a cabo una sesión de trabajo del equipo interdisciplinar de especialistas que están luchando juntos contra el virus. Los hay -reconozco a una- de especialidades no concernidas por la pandemia que se han ofrecido voluntarios para estar en primera línea. Cuando tantos rehuyen ahora responsabilidades, ellos, además de asumir las que les corresponden, cargan con otras de las que podrían librarse para aligerar la carga de los compañeros y que el centro preste mejor servicio en los días, que afortunadamente parece que en Andalucía están pasando, de sobrecarga de casos.

Lo único bueno que ha traído esta pandemia que ha matado de momento a un mínimo reconocido de 20.043 españoles -además de la reacción solidaria de la ciudadanía que ha demostrado que sigue siendo cierto lo de "¡Dios, qué buen vasallo, si oviesse buen señor!"- ha sido el retorno del prestigio y el reconocimiento que siempre tuvieron los médicos y cuantos se ocupan de la salud. Los más viejos recordamos el respeto agradecido que suscitaban, desde ese amigo de la familia que era el médico de cabecera a los especialistas e investigadores más reconocidos. Mi madre fue de uno de los miles de sevillanos que se rompieron las manos aplaudiendo a Fleming cuando visitó la ciudad en 1948.

El ejemplo ético que representaba la vocación profesional de quienes se dedicaban a la salud solo era comparable al de los maestros. Eran carreras a las que se suponía un plus vocacional de entrega y sacrificio. Sin vocación, se decía, se puede desarrollar correctamente cualquier oficio. Pero la medicina y la enseñanza requieren una dedicación, un talante y un espíritu de sacrificio superiores. Siempre ha sido así, pero hasta que esta terrible crisis estalló parecía haberse olvidado.

Este aplauso de las ocho en forma de artículo está dedicado a mis amigos médicos Ángel, Agustín, Ismael, María Luisa, María José y Rocío, y a la memoria del doctor Juan Gálvez Acebal, miembro del Servicio de Enfermedades Infecciosas del HU Virgen Macarena, fundador de la Sociedad Andaluza de Enfermedades Infecciosas, médico humanista que hasta sus últimos días hizo honor a su vocación y a su admirado Montaigne: solo hay que temer al miedo; porque quien teme padecer, padece ya lo que teme.

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