César Romero

Dos humildes propuestas

01 de noviembre 2024 - 03:05

Los premios levantan polvareda y para mucha gente son expresión máxima de la excelsitud, pese a que no pocas veces sean flor de un día. Tolstoi aún es, a casi dos siglos de su nacimiento, un escritor canónico en la literatura occidental, pero ¿alguien recuerda a Pontoppidan, Nobel de Literatura siete años después de morir el ruso? El futbolista Sócrates apenas ganó títulos en su carrera, y menos individuales, pero ¿quién no lo recuerda frente al Balón de Oro de 1991, Papin, delantero pundonoroso y con gol, del corte de Poli Rincón, aunque sin la gracia del bético?

Para quienes valoran tanto los premios que se enfadan si no se los dan y se ausentan de sus ceremonias de entrega, como ha pasado hace poco con la delegación del Real Madrid en la concesión del Balón de Oro de fútbol, hago una humilde propuesta: que este club cree el Balón de Oro Blanco, con perdón por lo de blanco, no es supremacismo ni colonialismo, sólo alude al color del club, premio al que podrían concurrir únicamente los futbolistas del Real Madrid. De presentar la gala se encargaría algún periodista deportivo merengón, así no lo repetirían durante años, y alguna de las viejas glorias del otrora señero y señorial club. Por supuesto, el primer Balón de Oro Blanco iría para ese futbolista que se cree un nuevo Pelé, o algunos se lo han hecho creer, y los restantes, pues ya se iría viendo. Podrían incluso ampliarlo a jugadores retirados, y Raúl y Butragueño tendrían por fin su Balón, y colocarlo en las atestadas vitrinas del Bernabéu junto a la No-Copa-de-Europa de 1988, aquella que ganó la Quinta del Buitre en llorado empate contra el PSV.

La concesión del Premio Nacional de las Letras a Manuel Rivas es una concesión, válgame la redundancia, a la galería, esa galería de escribidoras y poetisos que ahora venden tanto y llenan pabellones para sus recitales. El gallego, escribidor de metáforas y frases que ni en primero de taller literario se darían por buenas, tiene la misma calidad literaria que un Vizcaíno Casas o un Ussía padre, pero está en el lado correcto de la historia, es decir, publica en El País y no en El Debate, abanderó el Nunca mais cuando el Prestige y qué más quieres, amor, para ser premiado. Para quien esto de los premios apenas importa, nada, fruslerías. Aunque hago una humilde propuesta y nadie se llamará a engaño: cuando le den este premio a un escribidor como Rivas, que no lo llamen de las Letras y acompañe a Caro Baroja, Lledó, Zúñiga, Fernández Cubas y otros escritores premiados, sino de otra manera. De las Letrillas no, que son cosa seria y no cualquiera las escribe. De las Letritas tampoco, que no se lo dan por liquidar deudas o hipotecas del premiado con el jurado. Propongo Premio Nacional de las Vocales: son las letras más fáciles y comunes y, además, lo de vocales recuerda a órganos públicos por cuya composición se pelean los partidos políticos, cuyos plumeros literarios así se verían con claridad.

stats