El mundo de ayer
Rafael Castaño
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La ventana
HABLAN las lenguas más antiguas y por sus bocas sale que no recuerdan un régimen de levante tan sostenido, con tantos días de duración y con la particularidad de una intensidad considerable. Sobre todo el fin de semana anterior, en que casi había que lastrar los bolsillos para no salir literalmente volando. Ese levante que, según el dicho popular, lo de atrás lo pone delante sigue vigente y dicen los que saben que va a llegar indemne hasta el jueves. La otra mañana hasta la arboleda del Aljarafe se movía como se mueve en los países tropicales los días de guasa. Aquí apenas se nota el viento, pero sí ese calor que te obliga a cobijarte en el hitachi para no pasar las noches en vela. Tiene también el agravante de que, tal como está el patio, altera las seseras de manera que el número de orates, más o menos coyunturales, aumenta que es un primor.
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